Ese día, a finales de mayo, el canillita de toda la vida no pasó, y tuvieron que correr a comprar Crítica en la Farmacia Herrera, en Puerto Armuelles. Así empezó la angustia para la familia Pineda por un premio que, a pesar de todas las peripecias, sería para ellos, y que montó al patriarca y al hijo mayor por primera vez en un avión.
Si hubieran revisado el periódico con los números ganadores un poco más tarde, no hubiesen ganado los 39 mil 800 dólares del premio gordo. Se les había pasado el tiempo porque con frecuencia tenían que esconder los diarios para que la niña pequeña de la casa no los despedazara con la tijera, por sus tareas de la escuela, y se les olvidaba dónde los tenían.
Además, Miguel, el anciano jefe de la familia, estuvo a punto de echar el periódico con los dígitos premiados en la basura, porque pasó varias veces su vista cansada sobre el número mágico sin descubrirlo.
Fue Eugenio, el hijo inseparable, quien encontró los ocho numeritos de la fortuna bajo su lupa de relojero, y se dio cuenta de la noticia, sin creer que fuera la cantidad real: ¡Ganamos! Viajaron de Puerto Armuelles a David con los nervios de punta, y los pies sobre la tierra, pensando que les iban a dar menos dinero, o que les pondrían algún pero porque el periódico estaba húmedo, manoseado por todos en la casa, menos por la niña de las tijeras. Pero iban contentos.
VIAJE RELAMPAGO
Maribel Berroa, la encargada de la oficina de Crítica en Chiriquí, "nos atendió de maravilla", dice Eugenio, y les confirmó que se habían ganado casi 40 mil balboas. Ahí estalló la alegría, pero volvieron a quedar en una pieza cuando les dijeron que tenían que viajar inmediatamente a la capital para que les entregaran su cheque. La única alternativa era el avión, que saldría al día siguiente muy temprano para Panamá.
Hizo falta un hotel de última hora -Maribel les consiguió el dinero para pagarlo- donde pasaron esa noche de insomnio con la misma ropa, para poder estar en el aeropuerto antes que cantaran los gallos. "El viejo hasta hizo ejercicios en la habitación (...) después de bebernos unas cervecitas para calmar los nervios, y diseñamos cómo sería el taller de relojería que abriríamos con el dinero", recordó Eugenio.
Lo que el hijo recuerda del viaje en avión es una frase que soltó en pleno vuelo su padre: "Mira, Geño, con Crítica hemos llegado hasta lo alto".
Estuvieron en Panamá a primera hora, y viajaron en un carro de lujo que les mandaron al aeropuerto para traerlos a las oficinas de EPASA. Allí los estaba esperando "la propia Rosario Arias de Galindo [presidenta de la empresa] en persona", según palabras de Eugenio, quien en su memoria prodigiosa tiene guardados los nombres de todos y cada uno de quienes les atendieron, y de cada departamento y funciones de la planta de producción del diario por donde los pasearon.
Eugenio cuenta: "Fue una señora que le dicen 'Chayo' (Rosario Galindo, la jefa de mercadeo) quien nos ayudó a llamar a mi mamá para que estuviera tranquila, y mi papá le dijo a la vieja por teléfono: es verdad, doñita, ya tengo el dinero en la mano", disipando por fin las dudas de todos en Puerto Armuelles, donde empezó la gritería del pueblo entero.
HERENCIA FELIZ
Ojalá esta historia tuviera otro final, pero no es así: Miguel Pineda, el patriarca, murió a los 69 años el 7 de julio de 1999, 400 días después de su primer viaje en avión. Le dio dinero a todos en la familia, montó el taller de relojería y arregló su vieja casa. Además, abrió un plazo fijo de 10 mil dólares que le sirve a su viuda para vivir dignamente hoy día. "Papá siempre decía que se iba a ganar el premio gordo de la lotería (...) pero nunca nos imaginamos que un periódico nos iba a producir tanta alegría", dice ahora Eugenio.
En el pueblo todos, hasta gente que nunca había visto, saludaban a Miguel cuando volvió, y él no sabía que era porque su foto y nombre estaba en la portada de Crítica, donde él aparecía con una sonrisa de oreja a oreja y estrechando la mano de Doña Rosario Arias.
Hoy, con la nueva promoción de "El Bille", los Pineda y todos los vecindarios de Puerto Armuelles están guardando periódicos con la esperanza de ganarse el premio gordo. Y Eugenio dice muerto de risa: "ya sabemos que el periódico Crítica hay que guardarlo como oro [tal vez piensa en la niña de la tijera], porque no se sabe qué sorpresa nos dará". |