En el día en que recordamos el fin de la vida terrena, que hacemos memoria de los que se han ido; cuando pensamos que todo se acabó y que nada tiene sentido, aparece Jesús y su Palabra que transforma y da significado a este doloroso acontecimiento.
Sólo en Él este día se vivirá con alegría y esperanza, pasarán los recuerdos amargos y será un momento propicio para pensar en nuestra propia partida y en cómo prepararnos para llegar a la resurrección.
La hora de la glorificación Jesús anuncia su muerte cercana. En Juan la muerte de Jesús no es el fin y el fracaso de un perseguido, sino la exaltación y glorificación de quien fue plenamente coherente.
Es el momento en que queda clara la verdadera identidad del Hijo y su unidad con el Padre y con los creyentes.
Es muerte para dar a todos vida plena y definitiva. Por eso el creyente empeña su vida en las mismas causas nobles por las que Jesús entregó la suya.
Empeñándose en el servicio y en la búsqueda de la dignidad para todos, estará encaminándose a la vida plena; de otro modo, su vida será estéril, como el grano que cae en tierra pero no da ningún fruto.ReflexionemosPara los cristianos éste es un día de esperanza y de comunión con quienes amamos y seguimos amando, a pesar de no tenerlos a nuestro lado físicamente.
Recordemos a nuestros difuntos con entusiasmo y alegría de saber que la muerte es un cambio de vida y que es por medio de ella como llegaremos a conocer la misericordia y el amor verdadero de Dios nuestro Padre.
Tomado de la Revista Vida Pastoral de la Sociedad de San Pablo Año 36 - No 132.