El trabajo es una cosa y la vida privada es otra. Esta es una premisa que parecen no entender aquellos lengüilargos que andan husmeando por ahí para ver en qué se meten los compañeros de trabajo antes o después de las jornadas laborales.
Que si el compañero se mete en discotecas gay; que si el muchacho le gusta beber como un cholo; que si la compañera se acuesta con fulano o mengano; que fulana y fulano son novios; que si el compañero tiene una conducta afeminada; que si el compañero está casado y anda con una chica de la oficina; en fin, habrán miles de intrigas como las que describimos aquí, pero lo cierto es que hay muchos panameños que les gusta investigar en lo profundo las vidas de los demás, pero no se enfocan en las suyas.
Analizando seriamente el tema, podemos decir que nadie debe meterse. "Ese es mi problema", dirán los que andan en estos asuntos.
A nadie les debe interesar si algún compañero es gay, siempre y cuando éste no se le declare en el trabajo; a nadie le debe interesar si dos personas anden en el trabajo, siempre y cuando no hagan nada indebido en las instalaciones y que no afecten su rendimiento; tampoco debe importarle a nadie que alguien casado tenga su levante.
Todo lo anterior es vida privada y deja de serlo en el momento en que comienza a afectar el buen desenvolvimiento laboral.
Los problemas personales no deben mezclarse con el trabajo. Estar enojado por una situación familiar no debe trasladarse a los compañeros. Nadie tiene la culpa de lo que nos ocurra en las casas o en nuestras vidas privadas.
Hay que dejar claro que hay personas que se meten en la vida privada por joder, pero hay otros que lo piensan dos veces, pero no para bochinchear, sino para tratar de hacer ver al amigo que su actuación no es correcta. Para nadie es fácil detectar un problema y decir: "hey, tengo que hablar contigo amigo sobre cierto tema...". Uno no sabe cómo reaccionará ese amigo y es por eso que al final, lo mejor es guardar distancia porque al final más vale la amistad.