Domingo 4 de oct. de 1998

 








 

 

 


Niños pandilleros reemplazan sus cuadernos por armas

Antonio Pérez M.
Crítica en Línea

Suena el timbre de salida de una escuela primaria en el sector de Calidonia, son las doce del mediodía. Luis, junto a otros compañeros de quinto grado, reemplazan sus libros y cuadernos por armas de fuego, y con el disfraz de niños de la calle se convierten en niños pandilleros.

Un día en la vida de Luis comienza a las seis de la mañana, reside en una de las pocas casas de madera que quedan en la ciudad, en ese sucio y maloliente cuarto vive con su abuela, una mujer que a simple vista se ve avanzada en edad, pero su vejez no es tanto por los años, sino por los golpes de la vida.

El padre de Luis, no sabe quién es; su madre, está recluida en la cárcel de mujeres por venta y consumo de drogas, y se espera que muy pronto salga, pero es candidata segura a ser una más de las cientos de mujeres que deambulan por las calles como zombi -las conocidas piedreras-.

Luis a un cuarto para las siete de la mañana debe estar listo para dirigirse a la escuela, ya con su camisa curtida, el pantalón desteñido y sus zapatos rayados y con las suelas desgastadas, sale de su casa para enfrentar los regaños y consejos de las maestras.

La cara buena de Luis termina a las doce del mediodía, para luego transformarse en un miembro más de una de las pandillas infantiles de "ladrones" y "sicarios" que azotan la ciudad.

El relato de este niño de 10 años que le hemos puesto el nombre de Luis es el retrato hablado de esos pequeños "sicarios" organizados en pandillas, recientemente detectadas por las autoridades, las cuales se hacen llamar "Los Niños Protegidos por Dios" y "Los Niños del Infierno".

¿Sicarios infantiles reemplazan a los sicarios juveniles?

Para los expertos de la PTJ, un adolescente pandillero es un antisocial peligroso, porque no le tiembla la mano para matar. Pero la situación es más preocupante cuando un niño entra a las bandas y usa armas de fuego, porque tiene mayor influencia y es capaz de hacer lo que sea para ganarse el aprecio, respeto y la aceptación en una organización dedicada a la delincuencia.

De "Los Niños Protegidos por Dios" y "Los Niños del Infierno" no se tiene mucha información, sólo la identificación de algunos de sus integrantes. Pero se hace difícil lograr sus capturas por tratarse de menores de ocho a doce años.

Los encargados de las investigaciones reconocen que todavía se desconoce en qué barrio tienen su centro de operación, pero sí se sabe que roban en los sectores de Calidonia y la terminal de buses del Interior, en el corregimiento de El Chorrillo.

Aunque las autoridades no se atrevan a asegurarlo, se presume que estos niños ya han participado directa e indirectamente en ejecuciones.

Para muchos profesionales de la investigación policial es probable que sean manejados por un adulto o menores adolescentes que están fichados por las autoridades y prefieren esconderse bajo la máscara de estos "inocentes niños".

Los expertos reconocen que son muy pocos los niños pandilleros, porque la mayoría de los pequeños que vemos en las calles están trabajando para ganarse el sustento diario honradamente limpiando zapatos y vendiendo diversos artículos en los semáforos.

Sin embargo, los estudios revelan que los pandilleros se organizan en grupos de niños de la calle para cometer sus fechorías.

"Pulguita", así se apoda uno de los pandilleros infantiles, y para hablar con él tuvimos que utilizar a un intermediario. Tenía mirada esquiva, como si le tuviera vergüenza a la sociedad, y cuando lo oímos hablar era imposible creer que en un cuerpo tan pequeño y raquítico se escondiera tanta maldad.

Sus palabras fueron cortas, pero claras. Me pareció estar hablando con un profesional de la delincuencia. Nos cuenta que desde que tenía siete años estaba cerca de los más temibles pandilleros de las bandas de Curundú: "Kriss Kross, Los Locos Adams", entre otro otros.

Allí fue que lo bautizaron con el alias de "Pulguita", y por tanta insistencia le permitieron participar en varias actividades delictivas, hasta que forma su propia pandilla integrada por niños entre los ocho a once años.

Muchos hablan del relevo generacional, pero en este caso las cosas avanzan muy rápido, ya no esperan llegar a la adolescencia para en grupo dedicarse al robo y hasta el homicidio, utilizando como instrumento armas de grueso calibre.

Para los conocedores en el campo de las pandillas, la conformación de estos grupos de niños delincuentes es producto del duro golpe propinado por las autoridades policiales a las bandas juveniles.

"Han tenido que replegarse, y de peligrosas bandas juveniles han terminado en pequeños grupitos controlados por la policía", dijo una fuente policial de la PTJ, pilar importante en las operaciones para contrarrestar este flagelo.

Los "Tiny Toons", la madre de todas las bandas, en vías de extinción.

Lo que fue el "Clan Agua", del barrio de El Chorrillo, se convirtió en una de las más peligrosas pandillas juveniles: los "Tiny Toons".

El barrio de El Chorrillo después de la invasión se convirtió en tierra de pistoleros, y por allí se pregonaba: "Esta es la herencia que nos dejó el ataque armado efectuado por los norteamericanos el 20 de diciembre de 1989, porque antes de esa fecha nuestros muchachos resolvían sus diferencias a golpes, ahora utilizan armas de grueso calibre".

Las diferencias internas entre ellos fue el punto medular para que las autoridades le dieran un golpe certero a los "Tiny Toons" y a los grupos que se fueron creando.

En entrevista con uno de los expertos de la PTJ se pudo comprobar que la traición por el botín de un robo fue el inicio de la caída de los "Tiny Toons", creándose nuevas bandas como "Los Justicieros" y "Los Chuquis". Y para los entendidos, lo que fue una organización para delinquir, se ha convertido en una guerra por mantener la supremacía en el territorio.

Para estos expertos hoy día la mayor parte de los líderes de los "Tiny Toons" se encuentran detenidos o están escondidos por temor a ser asesinados por los integrantes de las bandas.

Sin embargo, los investigadores no descartan que los "Tiny Toons" tengan a un líder escondido que está organizándose para hacer resurgir de las cenizas a esta temible banda.

 

 

 

 



 

Para los expertos de la PTJ, un adolescente pandillero es un antisocial peligroso, porque no le tiembla la mano para matar. Pero la situación es más preocupante cuando un niño entra a las bandas y usa armas de fuego, porque tiene mayor influencia y es capaz de hacer lo que sea para ganarse el aprecio, respeto y la aceptación en una organización dedicada a la delincuencia.

 

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