Echemos una ojeada a algunos de los grandes escándalos que han sonado en este país durante la última década: el hundimiento del helicóptero HP-1430, los durodólares, los sobornos del CEMIS, el robo de materiales de construcción para escuelas, la caída del helicóptero SAN-100 y la crisis del dietilenglicol, entre muchos otros casos.
¿Qué tienen todos estos casos en común? Que los verdaderos responsables de todos estos casos de corrupción aún siguen riéndose de la justicia y de todos los ciudadanos de este país.
La corrupción parece ser la norma hoy en día, al extremo que prácticamente ningún proyecto de infraestructura que el gobierno licita se ejecuta si no está involucrado que algunos funcionarios metan la mano en los presupuestos. Al mismo tiempo, se esfuman millones de dólares estatales en negociados turbios.
Cuando se enteran de lo que sucede, los medios de comunicación hacen lo que pueden, divulgando las bellezas que cometen algunos funcionarios en combinación con empresarios inescrupulosos, pero los que realmente tienen la solución son nuestros gobernantes y nuestra administración de justicia.
Y cuando se trata de investigar la corrupción, ubicar a los responsables y castigarlos con todo el peso de la ley, tanto el gobierno como la administración de justicia nos han fallado de la forma más miserable.
Todos los ejemplos mencionados en el primer párrafo fueron oportunidades que tuvieron para cambiar esa percepción negativa que el pueblo tiene de ellos, y todas las han desperdiciado. La percepción ahora no es solo que no combaten la corrupción, sino que la apadrinan y viven de ella.