A ORILLAS DEL RIO
LA VILLA
Barcos depredadores

Santos Herrera
El mar es rico y, cosa rara, no es egoísta. Muy por el contrario, es desprendido, bondadoso. Sirve de sustento a hombres, mujeres y niños, que aunque llevan una existencia humilde, pueden vivir con decencia y decoro. Los atarrayeros y trasmalleros son beneficiarios de la generosidad del mar. Es cierto que el mar ofrece, pero pone sus condiciones. El no sabe de tiempo ni de horarios. Ni de descanso ni tampoco de días de fiesta. Por eso, los trabajadores del mar son esclavos de las mareas. En su ardua labor tienen que enfrentarse a un cúmulo de vicisitudes ambientales y físicas, que solamente son superados por el temple de esos hombres luchadores que ni los más rigurosos embates de la naturaleza los puede amilanar. Conociendo, como conocemos, el duro bregar de esa legión de sencillos panameños, que con responsabilidad luchan por sostener un hogar, es por lo que no comprendemos la actitud de la Dirección de Recursos Marinos. Bajo el pretexto de la necesidad de proteger los recursos marinos, están cometiendo toda clase de arbitrariedades, siempre en perjuicio de los que nada tienen, en contra de los pobres, que son todos aquellos que a diario, sin respetar vientos y tempestades, tienen que ir al mar en busca de la especie, que al venderla, les permite llevar el sustento a su familia. Calificamos como un acto de tremenda injusticia, prohibirle el uso del trasmallo de dos tres cuartos de pulgadas a los pescadores artesanales, mientras que se permite la utilización indiscriminada de mallas y redes de menos de una pulgada, a los bolicheros y barcos camaroneros. Y afirmamos esto, ya que resulta absurdo que por un lado se esté reglamentando y persiguiendo a ciudadanos panameños que practican la pesca artesanal utilizando pequeños botes de remos y canoas con motores fuera de borda y por otro lado se permita que equipados barcos de las grandes industrias pesqueras, tiren sus poderosas redes casi dentro de los manglares, cuando la ley expresa en forma clara y taxativa que esta pesca solamente es permitida a una distancia de tres millas de la costa. Ellos, los poderosos, no respetan nada y con sus destructoras redes de menos de una pulgada, que según opinión de personas conocidas, es tan fina como una capelina, las tiran muy cerca de la orilla arrastrando peces, ostras, moluscos, crustáceos de poca edad y toda clase de especie, que con excepción del camarón grande, son tiradas al mar totalmente muertos. Hacemos la aclaración de que somos unos convencidos de la necesidad de defender y conservar los recursos marinos. Las autoridades tienen el derecho de aplicar la Ley y el ciudadano, el deber de acatarla. Empero, jamás debe ser utilizada para beneficio de unos cuantos y en perjuicio de muchos. Asimismo, consideramos injusto que a los atarrayeros se les prohiba capturar camarones durante el período de veda.
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