Dicen que la inclusión laboral de la mujer y la forma de vida más aislada de las familias modernas, con menos presencia de abuelos y tíos, lleva a la contratación de servicios de cuidadores.
Hubo un tiempo en que cursar un embarazo, parir, criar era más sencillo. Eso dicen quienes creen que las mujeres hoy "se complican mucho" y que, "rebuscadas", buscan problemas en rutinas y tareas que alguna vez fueron simples "Si los chicos se crían solos". Pues bien: las cosas cambiaron y cada vez son menos los que se atreverían a afirmar al pie de esa afirmación. Y, menos aún, los que se animarían a proclamar a viva voz que "criar es fácil".
La tendencia es al revés: en general, la experiencia de tener y educar a un hijo es vivida por estos días con una buena dosis de angustia e incertidumbre, y, sobre todo, como una gran exigencia.
La demanda y la oferta de servicios de apoyo y asesoramiento en la crianza no dejan de crecer.
Al compás de infinidad de cambios que revolucionaron las formas familiares, arrancaron a la mujer del hogar y la pusieron en juego en el ámbito laboral, se multiplican las instituciones y especialistas que ofrecen servicios para ayudar a los padres a transitar una etapa que sienten, por lo menos, difícil.
"Los padres están desorientados respecto a cómo ejercer su rol: creen que poner límites es ser autoritarios y que ser democráticos implica consultarle todo a los hijos. Esto hace que los niños se sientan desamparados, teniendo que educar y sostener a aquellos que deberían educarlos y sostenerlos", aseguran los expertos.
Las instituciones advierten estas carencias y responden armando grupos de crianza o maternaje para explicar cuestiones que antes resolvía el sentido común, la experiencia de una abuela o el consejo de un pediatra con tiempo", dice Gisela Untoiglich, psicoanalista investigadora de la UBA.