No hay nada más doloroso que ver en una familia a hermanos enemistados. Sobre todo por motivos tan estúpidos como deudas o disputas legales por herencias.
Pero no es inusual ver a miembros de una misma familia que dejan de hablarse por la posesión de un terreno, casa o cualquier bien material dejado tras la muerte del patriarca.
Son luchas legales y hasta físicas que enfrentan a hermanos, tíos, primos, y hasta padres contra sus hijos. Es algo patético, y que para los observadores pone en perspectiva como se forman los verdaderos lazos de amor y valores de una familia.
Y de hecho, en este país hay historias verdaderamente sorprendentes sobre enemistades fraternales de décadas por cuenta de bienes materiales.
Cuando un padre le enseña a sus hijos directa o indirectamente que el dinero, las posesiones, el nivel social, y los bienes indicadores de status son la fuente de la felicidad, entonces es entendible que esos hijos pongan la relación familiar en segundo plano si esta se "interpone" entre él y el vil metal.
El dinero va y viene. Las cosas son solo eso: cosas. Pero el verdadero amor de familia es imprescindible para crecer mentalmente sano, y psicológicamente estable.
Nadie que esté en pugna con sus familiares puede estar o sentirse bien, por mucho que intente disimularlo. Es un estrés emocional y un vacío espiritual que no puede ser llenado ni con mil millones de dólares.
Si usted está peleado con su hermano o hermana por algo tan mundano y trivial, recomendamos que reconsidere su necedad, y tome la iniciativa de reencontrarse y reconciliarse con su propia carne y sangre.
Verá como se quita un peso de encima, y recupera esa ansiedad y rencor que le quitaban el sueño.