A la hora de atraer a una persona es más importante lo que insinuamos que lo que decimos.
Los gestos, las posturas y los movimientos con las manos conforman una serie de coreografías con un objetivo único: seducir a la persona deseada.
Los gestos, pura seducción. Un saludo con la mirada, acariciarse los cabellos, un giro sutil del cuerpo o una sonrisa pueden ser gestos determinantes para tu propósito: mostrar a la persona que quieres conseguir que estás interesada en él.
Un movimiento de cabeza provocativo: Inclinar la cabeza en una conversación es señal de que muestras interés por la otra persona. Si además te tocas el cabello con las manos o lo retiras hacia un lado dejando tu cuello a la vista, puede ser muy provocador.
Unos labios que invitan a probarlos: los labios suelen ser una parte muy atractiva de nuestro cuerpo. Con ellos no sólo podemos seducir, también se puede excitar y provocar el deseo en la otra persona.
La sonrisa de aprobación: Se pueden conseguir muchas cosas con una sonrisa en un momento justo. Desde dar luz verde para que la otra persona inicie el acercamiento, hasta mostrar tu lado más atractivo.
Las manos como elemento de atracción: Las manos siempre han servido como instrumento descriptivo de lo que se está diciendo. Pero además de dar vida a la palabra, las manos se convierten en un vehículo muy eficaz de seducción.
El espacio: Determinante para tus intenciones. Un componente fundamental en el juego de la seducción es el buen manejo de los espacios. Si entre una mirada y un beso no hay palabras para reducir los espacios a cero es porque los cuerpos han hablado, por eso, gestos y espacios tienen que ir interrelacionados para tener éxito en el juego de la seducción.