Roger Federer agrandó su leyenda en el Centro Nacional de Tenis Billie Jean King, de donde salió alumbrado por su cuarto éxito consecutivo en el Abierto de Estados Unidos, el duodécimo Grand Slam de su carrera, para cargar de argumentos su condición de mejor raqueta de la historia.
El tenista helvético acumula triunfos y despedaza rivales. En esta ocasión superó al serbio Novak Djokovic (7-6 (4), 7-6 (2) y 6-4), considerado como en futura gran alternativa al número uno del mundo pero que terminó desquiciado en su primera final de un Grand Slam.
El tercer finalista más joven del Abierto de Estados Unidos en la era Open superado sólo por los míticos Sampras y el sueco Bjorn Borj- terminó impotente ante la imposibilidad del suizo. Debe aún sosegar sus impulsos el jugador balcánico, el único serbio en alcanzar la final de un Grand Slam.