FAMILIA
La guerra contra las drogas
James A. Inciardi
Ciertas cláusulas
de la Ley Harrison permitían a los médicos prescribir, dispersar
o administrar narcóticos a sus pacientes con "fines médicos
legítimos" y "en el curso de la práctica profesional".
Pero la manera en que se interpretan estas dos frases, en última
instancia, definía el consumo de narcóticos como un delito.
Por un lado, la comunidad médica sostenía que la adicción
era una enfermedad y que los adictos eran pacientes a los cuales las drogas
se les pedían prescribir para aliviar la desesperación de
la abstinencia. Por el otro lado, el Departamento de Hacienda interpretaba
la Ley Harrison comno estableciendo que la prescripción de un médico
para un adicto era ilegal. La Corte Suprema de Estados Unidos rápidamente
igualó la controversia.
En Webb v. U.S., discernido en 1919, la Corte sostuvo que no era legal
que un médico prescribiera drogas narcóticas a un paciente
adicto con el finde mantener su consumo y consuelo. En U.S. v Behrman, decidió
tres años más tarde, esta reglamentación avanzó
un paso más al declarar que una prescripción de narcóticos
para un adicto era ilegal, aun si las drogas se prescribían como
parte de un programa de cura. El efecto de estas decisiones se combinó
para hacer casi imposible para los adictos obtener drogas legalmente. En
1925, la Corte Suprema enfáticamente revirtió su anterior
decisión en Lindner v. U.S., desestimando la opinión de Berhman
y sosteniendo que los adictos tenían derecho a atención médica
al igual que otros pacientes, pero la reglamentación casi no tuvo
efecto. A esa altura, los médicos no estaban dispuestos a tratar
a los adictos bajo ninguna circunstancia, y había emergido un bien
desarrollado mercado ilegal de drogas para responder a las necesidades de
la población adicta.
Las fiestas de nieve, la propaganda alemana de guerra y el surgimiento
del adicto delincuente.
Muchos comentadores de la historia del consumo de drogas en Estados Unidos
han aducido que la Ley Harrison expulsó a los adictos de la sociedad
legítima y los forzo a entrar en el submundo. Como una vez lo describió
el abogado Rufus King, un conocido cronista de la legislación norteamericana
sobre narcóticos: "Salga el paciente-adicto, entre el delincuente-adicto.
Pero esta interpretación causa/efecto tiende a ser una mala interpretación
bastante extrema de un hecho histórico.
Sin duda, a comienzos del siglo XX la mayoría de los consumidores
de narcóticos eran miembros de la socedad legítima. De hecho,
la mayoría por primera vez había experimentado los efectos
de los narcóticos a través del médico de la familia
o del farmac
utico legal o el almacenero. En otras palabras, su adicción había
sido médicamente inducida durante el curso de un tratamiento por
alguna otra dolencia percibida. Sin embargo, mucho tiempo antes de que la
Ley-Harrison hbuera sido aprobada, había indicios de que esta población
de consumidores había empezado a hundirse. Había existido
agitación tanto en las comunidades médicas cuanto en las religiosas
contra el uso azaroso de narcóticos, definiendo gran parte de él
como una enfermedad moral. Para muchos, la pura fuerza del estigma social
y la presión servía para alterar su consumo de drogas.
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