Escuché a alguien preguntar por qué los panameños no salieron a celebrar a la calle el mundial que ganó la representación de Panamá en el Programa de Pequeñas Ligas en Taylor, Michigan, al derrotar en una final a una potencia como lo es el béisbol de Estados Unidos, así como lo hacen cada vez que nuestra selección de fútbol gana algo, que el panameño se tira a celebrar a las calles.
Me pareció interesante la pregunta, pero con una respuesta sencilla, y es que el fútbol es la pasión misma hecha deporte, es un juego que despierta el máximo frenesí ese, donde 22 jugadores en una cancha se pelean la supremacía por un solo balón y la oportunidad para introducirlo en la cabaña contraria, simplemente es el deporte más popular del mundo.
El fútbol más que un juego se ha convertido en un estilo de vida, esa vida que nos dio la selección de Panamá, esa alegría que nos llevó a conocer sensaciones casi desconocidas y que convirtieron las calles de nuestro país en un manicomio ambulante, nuestro país despertó al fútbol.
Ese mismo fútbol que estimuló todo un istmo en forma de “S” acostada que vive cada instante del partido, cada jugada, cada anhelado y muy aislado gol, pero que lo gozamos con la más intensa alegría, una alegría merecida por esa “Marea Roja” que ha apoyado a su selección nacional, vistiendo de rojo cada encuentro en casa y abarrotando cada local comercial que pasaba un juego de visitante.
Eso sólo lo despierta el fútbol, nunca he visto en nuestro país salir gente a la calle de esta manera como recibimos a nuestra selección de fútbol después del subcampeonato obtenido en la Copa de Oro, de alguna manera lo iguala aquel 20 de junio de 1980 cuando Roberto Durán le ganó a “Sugar” Ray Leonard, por más cosas que haya ganado el béisbol en nuestro país, jamás podrá comparar el empuje, el impulso y la fantasía que despierta su majestad, “el fútbol”.
Y no es que no nos alegremos de los logros que Panamá obtenga en los otros deportes, pero ya es hora de que aceptemos que lo que hace el fútbol no lo veremos en ninguna otra disciplina deportiva, ese calor que te recorre el cuerpo entero, ese desmayo que sientes en cada jugada, que cuando culmina en gol se llega al orgasmo futbolístico, explota tu cabeza, tu corazón, tu cuerpo entero.
Es el único deporte que te hace abrazar a un desconocido, que te hace tragar saliva, donde murmuras plegarias y gritas maldiciones, donde de pronto se arranca la garganta con una aclamación de gol y llegas al éxtasis más sublime, y saltas como pulga, lloras y ríes, eso.. sólo lo hace el fútbol.
El fútbol eleva las bellezas y las expone a la compensación de los piadosos, con el esférico en el pie y los colores patrios en el pecho, el jugador le da significado a la nación y camina a conquistar glorias en los campos de batalla, esos gladiadores con los que cuenta Panamá, esos jugadores que ponen en cada jugada el alma. La camiseta de la selección nacional se ha convertido en el más indudable símbolo de identidad colectiva llamada “Marea Roja”
Esa “Marea Roja” que a pesar de saber que nuestro paso por el Mundial de Alemania 2006 esta agonizando, asomará su camiseta roja el sábado 3 de septiembre para ir a forrar de escarlata un Rommel Fernández herido pero no acabado, porque podemos sacar una victoria ante Costa Rica todos juntos, selección y graderías..
¡Viva, el fútbol!
