La muerte del pastor Herminio Rivera ha conmocionado al país y nos ha permitido conocer de primera mano una realidad en que todos como sociedad tenemos que participar en su solución.
Con su deceso nos damos cuenta de que es impostergable la búsqueda de una respuesta a los jóvenes. Principal riqueza de este país, pequeño en extensión, pero grande en potencialidades y oportunidades.
La solución debe incluir desde temas de infraestructura, políticas que apoyen más a la familia, principalmente a las madres; así como lo más importante: los valores y la espiritualidad.
Y en este último punto, los problemas no se circunscriben a un barrio o comunidad, en esto estamos todos como país.
Es impresionante la labor que han estado desarrollando diferentes organizaciones, entre ellas religiosas, en estos mismos barrios, en los que han nacido excelentes deportistas, empresarios y profesionales.
El problema del pandillerismo es muy complejo. Jóvenes de ambos sexos en un entorno de descomposición familiar, sin que las leyes de protección a la familia se conozcan y se apliquen son vulnerables a los desajustes sociales. Los mismos que tienen al país en un estado de ansiedad y caldo de cultivo para el desarrollo de actividades del crimen organizado interno y externo.
"Mi vida es mi mensaje" fueron las palabras de Gandhi como respuesta al mundo. Estas mismas palabras aplican a Herminio. Que su mensaje no se pierda.
Pero este Panamá de oportunidades y esperanzas no solo se puede circunscribir a los recursos y programas gubernamentales. Hay una tarea pendiente y es la más difícil, lo espiritual y los valores. Y esto lo demostró el Pastor Herminio en su lucha contra el pandillerismo, en la que la palabra de Dios ha sido más fuerte que las obras materiales.