El funcionario del Seguro Social me llevó como periodista a un cuarto que no todos conocían. Allí estaban centenares de frascos y envases con medicinas que no fueron retiradas por los pacientes.
"Miles de balboas se pierden con esta mala costumbre de algunos asegurados", indicó el doctor.
Yo le sugerí que podrían regresar los medicamentos para que otros los utilicen.
Con paciencia me dijo que con las medicinas eso no se podía. Había medicamentos que, una vez fueran sacados del envase original, no se podrían devolver por cuestiones de seguridad.
Entonces, ¿qué hacen con estos medicamentos?, pregunté con alguna ingenuidad. Con una media sonrisa, señaló que luego de meses, debían ¡botarlos!
¡Qué barbaridad! Pensé. Miles de balboas perdidos en medicamentos, porque algunos irresponsables faltaron a su obligación de recogerlos.
Pero el asunto no era tan sencillo, según me señaló el doctor.
Indicó que se preguntaba ¿por qué faltaba la gente a buscar su medicina, si estaba enferma?
Acaso sería que solamente necesitaban el "certificado de incapacidad" para justificar su ausencia ante el patrón?
Esa noticia la realicé hace más de treinta años y por lo visto, en algunas situaciones, todavía sigue dándose.
Tal fue mi conclusión al escuchar al alto funcionario del Seguro Social, lamentarse que en un año se perdieron más de un millón de citas médicas.
Sencillamente, esas personas hicieron todos los trámites para la consulta médica... ¡y luego no se aparecieron! Le quitaron el cupo a otros enfermos...
Pero no solamente suceden estas irresponsabilidades con medicinas y citas en el Seguro Social y otras instituciones de salud.
Una vez un sastre me mostró decenas de pantalones... que nadie fue a buscar. Le daban un adelanto y sólo faltaba cobrar la confección del pantalón.
Nunca he podido entender esta situación, que también la sufren zapateros, modistas, mecánicos, etc.
Sobre medicina hay que añadir las llamadas "farmacias privadas".
Mi madre (q.e.p.d.) tenía una. Resulta que el médico le recetaba tomar cinco cápsulas de un medicamento. Pero luego de dos o tres días ella se sentía mejor. Entonces guardaba el resto "para cuando me dé otra vez". Imagino que no era la única que practicaba eso...