Después de una semana de que cesaron los fuertes vientos y las lluvias, cientos de personas caminaron hasta cinco horas para reunirse con algunas autoridades en Gatú, pero nadie llegó, razón por la que se retiraron a sus casas tristes y sin esperanzas.
En aquellos momentos, muchos productores lloraban de la angustia de ver cómo se les había perdido toda su producción, su única forma de subsistencia en esas apartadas comunidades. Luego de varios días, algunos aún no tenían ánimos de hablar con nadie, pues estaban agobiados por las pérdidas sufridas.
Se conoció que poco a poco entre ellos mismos han ido recolectando semillas y han vuelto a sus labores cotidianas del campo, pero desalentados porque jamás pensaron que serían olvidados por quienes tuvieron la oportunidad de ayudarlos y no lo hicieron.
Los pobladores de allá lejos, como muchas veces se les llama, no tienen camino carretero para salir y llegar a tiempo en caso de urgencia. Lo más seguro es que si alguien sale herido, se desangre en el camino, igual si lo muerde una serpiente u ocurre incidente, el afectado no llega con vida al hospital porque el camino es intransitable en todas las épocas del año.