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El rastro del perfume

Por: Hermano Pablo | Reverendo

Era su perfume favorito. Fuerte, penetrante. Un perfume varonil, muy del gusto de cierto tipo de mujeres. Y a Gaspar Negrón, de Chicago, joven de dieciocho años, le gustaba usarlo.

Una noche que regresaba a su apartamento, vio en la lavandería pública del lugar a una joven que lavaba su ropa. Era como la medianoche, y con maldad en el corazón simuló tener que lavar él también algunas piezas de ropa. Sorprendiendo a la joven, la asaltó y la violó allí mismo en la lavandería. Él sabía que ella no podría identificarlo porque era ciega.

La joven ciertamente no lo pudo ver, pero sí olió su perfume. Y días después, ante la rueda de sospechosos en la estación de policía, ella lo identificó incuestionablemente. A Gaspar Negrón lo condenaron a diez años de prisión por asalto y violación.

¿Cómo pudo ella identificarlo? "Fue por su perfume", dijo la joven. A Gaspar Negrón lo delató su perfume favorito. Estaba impregnado de él, y aunque pasara un día sin aplicárselo, de todos modos seguía exhalando su esencia.

Hay también muchos perfumes de índole moral, perfumes buenos y perfumes malos, perfumes agradables y desagradables. Una persona que es comprensiva y sabe perdonar, y que siempre está dispuesta a olvidar ofensas y a restaurar amistades rotas, es una persona que exhala buen perfume. Por dondequiera que vaya esa persona, despedirá olor a vida.

El hombre adúltero o la mujer adúltera, por mas finos perfumes franceses que use, siempre dejará como rastro una esencia de muerte, un mal aroma que llevará a la ruina del matrimonio, del hogar y de la vida de sus hijos.

El que es generoso despide olor a jardín florido. El avaro y tacaño, olor a sepulcro. El que siempre dice la verdad, y jamás ofende de palabra a nadie, despide olor a trigal maduro. El mentiroso y calumniador desparrama olores a podredumbre.

La gratitud tiene olor a rosas; la ingratitud, olor a carroña. Porque al fin de cuentas, en el mundo moral sólo hay dos olores: los que inventa el diablo y los que crea Dios. Los que agradan a Dios huelen al cielo y a la vida; los que no lo agradan, al infierno y a la muerte. Permitamos que Dios perfume nuestra vida desde hoy.



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