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PAPÁ

Milciades Ortíz | Catedrático

Lo que más extraño de mi padre eran las charlas que sosteníamos a menudo. Nunca le pude ganar una discusión, porque era hábil con los argumentos.

A pesar de no haber tenido educación formal de secundaria, era un lector constante. De su ejemplo tengo la "necesidad" de leer todos los días.

Comprendo que en el Día del Padre habrán hijos que no tengan un buen recuerdo de ellos.

Serán de aquellos que "salen huyendo" cuando la mujer les dice que está embarazada. O que no quieren casarse por nada del mundo, para tener libertad de irse cuando deseen.

Menos serán estimados aquellos "padres" que nunca atienden a sus hijos. Que no les pagan una pensión alimenticia. A veces hasta dejan de trabajar para no pagar...

Pero hay otros panameños que sí tenemos buenos recuerdos de nuestros padres, los que mejoran a través del tiempo cuando han fallecido.

Mi padre murió un cuatro de junio... hace veintitrés años.

A veces veo a un anciano delgado, caminando con ánimo y siento que puede ser "el doble de mi padre". He llegado a adelantar el paso para verle la cara, a sabiendas que no será él.

Mi padre era muy conservador en sus ideas políticas. Enemigo acérrimo del comunismo y socialismo, en su lecho de enfermo sacó del cuarto a una visita... ¡porque tenía barba!

Cuando la Segunda Guerra Mundial fue a la Zona a alistarse como voluntario. Lo rechazaron por edad y tener familia.

Vino de Colombia buscando un "mejor lugar bajo el sol".

"Me paré en el puerto decidido a tomar el primer barco que llegara, no importa hacia dónde fuera. Y vino a Panamá", me contaba papá.

Llegó con tan poco dinero que tuvo que empeñar una máquina de escribir. Ese aparato todavía existe como una reliquia familiar.

Trabajó duro e hizo fortuna en tiempos de la Guerra. Luego la perdió en negocios que no conocía. Le gustaba inventar cosas y escribir.

Hizo un folleto donde señalaba reformas al alfabeto español, que incluso fue enviado a España. Publicó algunos artículos en periódicos sugiriendo la construcción de pasos y puentes para mejorar la circulación de la capital.

Al jubilarse emprendió la tarea de cultivar "uvas panameñas". Vendió plantas por muchas ferias libres y hasta dio una charla a funcionarios del MIDA.

Años atrás había promovido el consumo de maracuyá y naranjilla. Llevaba pulpa de esas exóticas frutas y las regalaba a las refresquería. Cuando estudié periodismo no le gustó. Pensaba que podría ser abogado, economista, etc. Al enfermarse, les decía con orgullo a las enfermeras que "yo era profesor de la Universidad".



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