En los centros de trabajo, a veces los empleados se gastan algunas bromas, para tratar de reducir el estrés propio de la jornada laboral.
Hay algunas personas que disfrutan y hasta participan de los llamados vacilones, pero cuando les toca a ellos, se convierten en verdaderos energúmenos.
Si hay alguna broma contra un compañero, el sujeto de marras abandona lo que está haciendo para meter su cuchara y echarle risa al momento.
Pero ¡ay mi madre!, pobre de los que se rían , cuando el objeto de la broma es el señor de marras. Le quita el habla a todo el personal, se encierra en su área de trabajo y se infla, tal si fuera un tamboril.
El que no gusta de las bromas, tampoco debe participar de éstas, pero si lo hace, debe tener suficiente correa para soportar los vacilones de los demás.
Además, las personas deben entender, que las bromas sanas -no las pesadas- provocan risas y la risa es buen remedio para la amargura.
Hay que tener suficiente madurez para aguantar las broma s y hasta reirse de uno mismo.
Hay que ser inteligentes para manejar a los bromistas. Si alguien se enoja por un simple chiste, la situación se conocerá en toda la empresa y entonces, si tendrá que soportar. A los bromistas les gusta que el blanco de su ataque se enoje y corren la bola de ello, para que otros se diviertan a costilla del bravucón. |