Evangelio Dominical
Mateo 7, 21-27
No todo el que me diga: "Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
Muchos me dirán aquel Día: "Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?"
Y entonces les declararé: "¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!".
"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.
Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina." Mt. 7, 21-27
El evangelio nos invita a colocar nuestra vida en aquella roca firme que es Cristo, ya que si nuestras bases están bien puestas cuando lleguen los problemas, las dificultades, nuestra fe y nuestra esperanza no van a tambalear, nada nos hará caer en tentación, nada hará que nuestra vida se derrumbe.
Sin embargo, si al revisar nuestra conciencia notamos que en muchas actitudes estamos construyendo la casa más sobre la arena que sobre la roca, nunca es tarde para empezar, manos a la obra, y coloquemos a Jesucristo como centro de nuestra vida, cimentemos nuestra persona, nuestro hogar, nuestra comunidad sobre esa roca firme que es Cristo, el cual, aunque sobrevengan las más grandes tempestades y dificultades, jamás nos irá a desamparar ni a dejar solos. Construyamos nuestra vida sobre esa roca firme que es Jesucristo y cada día iremos descubriendo la confianza y la tranquilidad que nos da el sabernos hijos predilectos de nuestro Padre de Dios.