Diariamente, en cada parada de autobuses, a lo largo de nuestras principales calles y avenidas, se oyen los pregones que parecen letanías aprendidas de memoria, "Tumba Muerto directo", "Transístmica directo", "Universidad, Seguro Social..." Son los gritos del mal llamado "pavo", un trabajador ocasional surgido en los últimos tiempos con la masificación del transporte colectivo y los movimientos de grandes cantidades de pasajeros, ejemplos además de la economía informal que ha florecido sin límites en Panamá.
Contrario a la estigmatización de que han sido víctimas, tachándolos de maleantes y endilgándoles malos calificativos, entre los "pavos" he observado a jóvenes con deseos de trabajar y ganarse el sustento honradamente.
El sólo hecho de tener que levantarse a tempranas horas de la mañana y encaramarse en el estribo de un autobús para subir y bajarse en cada parada a recitar el mismo estribillo, dan muestra del sacrificio que conlleva un trabajo como éste, hasta hace poco desconocido en nuestro medio.
Quizá, con la orientación de algún organismo estatal o cualquier ONGS de aquellas que se dedican a capacitar recurso humano disperso, estos esforzados jóvenes podrían organizarse en una cooperativa u asociación, de modo que dejen de ser trabajadores informales y adquieran estabilidad laboral.
Entre las primeras iniciativas, habría que cambiarles el despectivo de "pavos" por un calificativo más decente y acorde con el trabajo que realizan, se me ocurre por ejemplo, el de "ayudante de a bordo".
Seguido, se les obligaría a portar un carnet de identificación visible y a usar una camiseta a manera de uniforme, de modo que se distingan del resto de los pasajeros.
El ayudante de a bordo será registrado en la Policía y recibirá un cursillo rápido de atención al público.