La apariencia personal es nuestra carta de presentación. Las primeras impresiones son las que dictan la forma en que seremos tratados por nuestros semejantes. Al que se viste como un caballero, puede esperar ser tratado como un caballero. El que anda todo "desguañangado", será confundido con un piedrero tarde o temprano.
Claro, tampoco hay que irse a los extremos, como en los que incurren aquellos que prefieren no usar el cinturón de seguridad porque "se les arruga la camisa". Todo en su justa medida, sin olvidar el concepto inicial.
Hay "mangajos" extremos. Los que adicionalmente a que andan con camisas viejas, rotas y pasadas de moda, usan zapatos con huecos en la suela, calcetines de un color diferente al otro y manchas de comida sobre la ropa.
Encima de eso, conducen un auto que no necesariamente es viejo, pero que las 10 capas de sucio y lodo que tienen encima lo hacen lucir como de los años 80. El parabrisas está tan sucio que difícilmente puede verse a través de él. Al entrar al auto, este hiede a sudor y a restos de comida descompuesta. Sentarse en cualquiera de sus asientos implica tener antes que mover a un lado una montaña de papeles acumulados de meses o años. Se nota que no le han tirado un manguerazo en meses. Luce como un caballo lastimado que hay que dispararle un tiro para que deje de sufrir.
¿Y qué tal sus casas? Las rejas en la entrada están oxidadas, la cerradura de la puerta está desencajada. El piso no ha sido barrido en al menos 3 semanas, el fregador está hasta el tope de platos, vasos y ollas (todos con residuos de comida pegados, duros y secos), la ropa que se quitó el día anterior reposa sobre los muebles de la sala, hay zapatos por todos lados y la cama tiene la funda salida por dos esquinas.
Eso sin contar el televisor y los abanicos, que se la pasan prendidos todo el día aunque se haya ido de la casa. En fin, un total desastre.
Estas personas se defienden, diciendo que es su vida, y que si no le hacen daño a nadie, no deben meterse con ellos. El problema es que se están haciendo daño ellos mismos. Quién sabe cuántas oportunidades de trabajo hayan perdido en sus vidas por andar de "mangajos", y ni hablar de amistades y potenciales relaciones amorosas.
Gente así ahuyenta a sus semejantes. Nadie nos pide que seamos como los banqueros que no salen a trabajar si no es ensacados. Pero hay un momento para cada cosa.
Seamos un poco más conscientes sobre la imagen que proyectamos. A veces, lo necesario para que logremos algunos de los sueños y metas que nos proponemos es un detalle no de fondo, sino de forma.