No es sino hasta hace muy pocos años que en el gobierno y la empresa privada se está comenzando a tomar plena conciencia sobre la necesidad de integrar a las personas discapacitadas en la vida cotidiana, y en el desarrollo de nuestro país.
Se define la discapacidad como una condición o función que se considera deteriorada respecto del estándar general de un individuo o de su grupo. El término se refiere al funcionamiento individual, incluyendo la discapacidad física, la discapacidad sensorial, la discapacidad cognoscitiva, la debilidad intelectual, enfermedad mental, y varios tipos de enfermedades crónicas.
En Panamá, hemos avanzado algo en ciertos puntos. Antes, para referirnos a un discapacitado, usualmente empleábamos la palabra "inválido" (o sea, que no tiene valor), un término verdaderamente ofensivo. Gracias a Dios, eso quedó en el pasado.
Por desgracia, la práctica no ha tenido la misma celeridad que las palabras. Aún hoy las personas con discapacidades motoras se hallan en problemas para encontrar locales con rampas, barandas y otras estructuras que les permitan ingresar sin problemas. A la hora de encontrar trabajo, también se encuentran con muchas trabas, principalmente por los prejuicios de la sociedad.
De la boca para afuera decimos "discapacitados", pero para adentro, aún seguimos pensando en "inválidos".
De esto implica que seguimos considerando a los discapacitados como "inferiores" a nosotros; como seres desafortunados y dignos de lástima.
En la medida en que comencemos a tomar en serio a los discapacitados, nos comenzaremos a dar cuenta de cuánto pueden aportar a nuestra sociedad. Incluso, pueden llegar a superarnos en muchas cosas a los que estamos dizque "completos".