Tres detectives del Departamento de Policía de Nueva York fueron declarados inocentes después de haber efectuado 50 disparos contra tres individuos desarmados y causar la muerte a uno de ellos, Sean Bell.
Diecisiete meses después de ocurrir los hechos, un juez del distrito de Queens declaró a los tres policías "no culpables" de los ocho delitos de que estaban acusados.