Desde que Prometeo le robó a Zeus el fuego, no conocíamos de tanta oposición ante un anfitrión de los Juegos Olímpicos. Gringos, rusos, alemanes, franceses e ingleses, todos en sus momentos de presentación de estos juegos universales, tuvieron reacciones y hasta incursiones terroristas de gran connotación, ponemos por caso el mortal ataque palestino; pero ninguno ha sido tan rechazado, como la China de hoy. Los escándalos políticos contra Beijing, se han multiplicado como tizones, desde la prendida de la antorcha hace un par de días, en Olimpia Grecia, flama de los XXIX Juegos olímpicos, que deberá llegar al estadio pequinés el próximo 8 de agosto.
Esta China que lleva 25 años de espectacular crecimiento económico, que ha desbalanceado al mundo con su producción y su consumo, no es la mejor. La China de la dinastía Ming, (influenciada por Confucio), logró siete siglos antes, fundir más hierro que la producción británica y de toda Europa de la revolución industrial. En ese entonces, "La dinastía Ming", a pesar de contar con navíos de 1, 200 metros de largo con poder de desplazar 1, 500 toneladas, 1, 300 navíos de combate y 400 fortalezas flotantes, jamás invadió, saqueó ni asesinó"... (Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias, pág.33).
Quizás la China atea de hoy, con su relevante filosofía opresora, esté arrepentida de haber tomado como vitrina de su "progreso", los próximos Juegos Olímpicos. La limitada libertad que se percibe mundialmente del sistema de gobierno, la emblemática masacre en la plaza Tianamen, las amenazas a Taiwán y los tanques contra el Tíbet, ya tienen empañada la sensación de poderío y bienestar que nos querían dar el partido comunista del señor Jintao. Conociendo tan poco a los comunistas del Yang-Tzé, no me extrañaría que después de un balance político, faltando siete meses, suspendan ellos mismos el certamen, porque si afuera les esta lloviendo, adentro no les escampará hasta mojar totalmente la antorcha.