Para Moscú es simple: Los rebeldes chechenos son terroristas. Pero en el territorio checheno, es difícil distinguir entre partidarios del gobierno y rebeldes. Los rebeldes que cambian de bando son absorbidos sin cuestionamientos por las filas del gobierno pro ruso. Muchos no exigen la independencia.
Ramazan Kadyrov, el hijo del presidente checheno pro ruso, Akhmad Kadyrov -el segundo hombre más poderoso de la región, encargado del Servicio de Seguridad- dijo que quería que el líder de los rebeldes, Aslan Maskhadov, se uniera al gobierno también.
Los rebeldes que gobernaron Chechenia hasta que el presidente ruso Vladimir Putin envió de vuelta las tropas en 1999, ahora hablan vagamente de acuerdo -una forma de autonomía dentro de Rusia, quizás-, con una invitación a participar a los actuales guerrilleros.
Los rebeldes de línea dura, que han protagonizado varios ataques suicidas en el Cáucaso y Moscú, se niegan a considerar cualquier acuerdo con Rusia. Pero los moderados adoptan una postura más conciliadora que la de Kadyrov.