Cuánto tengo, cuánto valgo; nada tengo, nada valgo. Nada más expresivo y vigente en nuestros días que este refrán con el que Sancho salpicaba de buen humor la conversación con su señor, luego de pasada una aventura. (El Quijote). Clasificación social y económica de vieja data que encasilla al ser humano por sus pertenencias y también lo relega a una vida de suplicios y padecimientos eternos por carecer de bienes terrenales. ¿Cómo no vamos a estar pobres si todos los productos, aceleran la carrera en sus precios difíciles de contrarrestar y nadie se apiada en poner coto que detenga esta práctica que ocasiona angustias en los humildes? Nosotros los panameños somos sabios, hemos inventado una ley que desobedece el principio de la gravedad: nada de lo que sube, baja. ¡Y por eso somos famosos! ¿Será esta astucia de índole universal? Si ello es así, el mundo se descompone cada segundo que pasa. Cuando niños nos agradaba ir de compras donde el chinito que al vernos, ya nos tenía envuelta la ñapa en papel hércules amarillo.
Hoy, el asiático en su balbucencia se entreoye que dice: subió, subió, subió. A este mal se le debe buscar algún paliativo y, que parangono con un globo de juguete, le suministramos aire, hasta que al fin tendrá que romperse, porque en este caso, la ley de la física es inviolable. Si examinamos con mucho cuidado la situación, aquí todo está caro y cada cual tiende a vender con precios tope lo ofrecido al público, hasta el chichero se trae su cuento, las naranjas subieron y los árboles de nances cortados fueron, y los pocos que aún existen se encuentran enclavados en la montaña. Es una competencia censurable y pérfida, en contra del que necesita llevarse el mendrugo a la boca. He dicho siempre que las personas que tienen sueldos muy bajos son magos, logran sobrevivir consumiendo alimentos de pocas calorías que poco o nada sirven, para el desarrollo de un cuerpo sano. ¿Se producirá el fenómeno que alguien le ponga un basta a tal procedimiento lindante con la sinrazón? El se hará merecedor a que le cubran todo el pecho de medallas. Sólo aquellos que hemos sufrido fatiga alguna vez en la vida, podemos defender esta causa, no se puede contrariar, lo que no hemos sentido nunca. Si los artículos son susceptibles a variar de valor por cuestión de tendencia o capricho, sinceramente, no sé quién podrá defendernos. Tenemos obligatoriamente que plantearle cara al asunto, cómo accionar me preguntarán; simple y llanamente guardando el real que nos cae al bolsillo. La existencia del panameño se ha caracterizado por el auge, pero esa abundancia quedó atrás, hay que poner plantas de pies sobre la tierra, modificando conducta.
Yo comprendo que el hombre citadino es gastador, vive del orgullo y vanidad, aunque tenga que sufrir hambre en secreto. Hasta cuándo nos van a castigar subiendo los alimentos y servicios, convirtiendo todo esto en insoportable e insostenible medida; la ley del hielo debe prevalecer. |