Ey tú... Córrete para atrás". Esta es la frase que escuchamos todos los días de los palancas y secretarios de buses que, malhumorados y amenazantes, le gritan a los pasajeros para llenar los transportes colectivos, a pesar de que ya están a su máxima capacidad.
El pasado viernes 2 de abril, uno de esos palancas, de un bus de la ruta 24 de Diciembre-Tumba Muerto, gritó a la gente que se corrieran hasta el final del pasillo, no habiendo espacio. ¿Hasta cuándo con esta bellaquera, señores?
Y hablando de bellacos, ahora resulta que el Gobierno aceptó, de malas ganas, realizar otro estudio para permitir a los maleantes del transporte colectivo que administren una red de gasolineras que les brindará el preciado combustible a los maltrechos buses de tercera categoría que transitan por la ciudad de Panamá.
Bueno, y es que esto es el mayor de los abusos, pues la gente se pregunta dónde quedó la modernización previa del sistema de transporte colectivo. ¿La plata del aumento del pasaje de bus a dónde fue a parar? Puesto que sigue la misma situación, es imposible darle más prebendas a los buseros y dueños de estos armatostes, mientras no demuestren que se haya realizado la dichosa modernización.
Volvemos a reiterar que es necesario municipalizar el transporte colectivo en la urbe capitalina, tal como lo han ofrecido algunos políticos opositores. La idea de que una empresa estatal corporativa controle el sistema de transporte urbano en los distritos de Panamá, Arraiján, La Chorrera y San Miguelito es el paso previo al adecentamiento del transporte colectivo, hoy administrado por mafias de bellacos.
Desde hace cinco años, existe la propuesta de la empresa brasileña Eletra de ofrecer un sistema de transporte masivo urbano en el área metropolitana, con las rutas de autobuses articulados especiales que transitarían por un carril exclusivo y con terminales distribuidas a lo largo de la ciudad de Panamá y puntos periféricos.
Por supuesto, una empresa corporativa que pretenda controlar todas las rutas capitalinas deberá comprar a los dueños de los autobuses viejos esos bienes, para destruirlos y cambiarlos por nuevos vehículos cuya capacidad superará la actual, ofreciendo un servicio rápido a los clientes. Como hemos visto en Curitiba, Brasil, esa alternativa sería la más realista, ante la imposibilidad de edificar un metro subterráneo multimillonario o un tranvía, incluso un monorriel elevado.
Es hora que los panameños que utilizamos los autobuses por obligación y por necesidad, presionemos a los transportistas y políticos para que se dé el cambio al sistema de transporte colectivo, pues no puede ser que un reducido grupejo de vivatos se apoderen del destino de esta sociedad, bloqueando el desarrollo de la urbe y la tranquilidad de la comunidad.