Yo no me explico cómo a los del supuesto "cambio" no se les ha revuelto el estómago con la intensificación de los malos olores que cunden en las Islas Perico, Flamenco y Naos, El Crisol y cientos de lugares en esta desafortunada ciudad.
Desde que pasaron a mejor vida Porras, "El Fufo" y Torrijos, pareciera que los ingenieros municipales se hubiesen ensañado aprobando planos con alcantarillas y tuberías insuficientes para soportar la carga de excretas, que afectan peligrosamente a toda la ciudad, principalmente la toma de agua de Chilibre, quebradas y ríos que desembocan en la bahía. Urge la pulcritud de un Demetrio Korsi, único negro que se ha hecho famoso en Panamá sin ser boxeador ni reguesero.
El cuento millonario para sanear la bahía fue un bodrio que ilustraron con un "banner" gigante en donde se apreciaba la trasparencia de las aguas y se podía ver perlas como las que buceaba el tercero de los esposos que tuvo nuestra insigne poetisa.
Aquí nadamos entre náuseas, pereza y corrupciones peores que las del gobierno previo, según murmura el "staffer" del congreso gringo. A veces uno no encuentra palabras para escribir sobre tanta podredumbre. No hay banca en la Calzada de Amador sin basura de meses con candelillas y roedores incluidos. El hedor acabó con el sentido del olfato de nuestros gobiernos. No les importa un carajo con la salud ni la impresión que se lleven los turistas, al contario, ríen como cuando el diplomático de la invasora Costa Rica dijo: Panamá era una zanja hedionda. No me extraña que se proponga una ley para revivir la axila podrida de Taboguilla, las descomunales fritangas de tripas fétidas en Juan Díaz, o el "miadero" alcoholizado del Terraplén.
Distintos estimaciones dejan ver que estos reinados de "puercos" le cuestan al país al menos dos puntos del PIB al año, sin mencionar las obras mal construidas y los programas sociales obviados por la falta de olfato y escrúpulos.