La enorme incapacidad que se percibe de la Alcaldía, se ha convertido en uno de los pendones que marcan visos de una grave desidia gubernamental. Las peligrosas montañas de basura entre otros desaciertos alertan. Es difícil no considerar como una de las causas del bajón popular del señor Presidente, la inepcia que amenaza con sepultar la torre de Panamá La Vieja. Se comenta que el señor Alcalde se asemeja, al político chiquito de la parvada _ya que por cada caminata, es una cagadita_. No pocos arnulfistas juran, que el inacabable potencial gestrocólico de esta autoridad, terminará enterrando al partido junto a los directivos que no dicen ni "mu" al respecto.
Por otro lado, ocho meses han sido suficientes para demostrarnos que quizás estamos ante el peor alcalde desde 1904 para acá. En los 21 años que sabemos del feliz matrimonio entre gringos y militares panameños, los alcaldes tuvieron como prioridad mantener la leal y real ciudad limpia de vectores contaminadores, ya que las calles y burdeles eran frecuentados las 24 horas por miles de soldados de las 14 bases. Luego del oropel y de la jauja asombrosamente vinculantes con nuestro destino, amanecimos con alcaldes, que cada uno a su modo, recogió la basura con cierta determinación, porque fue primordial no demostrar desidia ante un tema tan delicado por la salud, el turismo y la economía en general. Hoy, ciertos cambios favorables, se ocluyen por más propaganda que haya, porque se siente el mal olor que expele la ya palpable desidia gubernamental, con el tema de la basura y su responsable directo.
Mientras los desechos sólidos y orgánicos están llegando como tsunamis a las orillas de autopistas, parques naturales y escuelas, nos conformamos con chistes y caricaturas ridiculizadoras, sobre el elegido por la ciudadanía para mantener el atractivo nacional e internacional, de la ciudad más bella sobre el planeta desde Guatemala hasta Barranquilla.