En esta parte del año en que uno aprovecha el recogimiento para releer pasajes de la Sagrada Escritura, los dulces con pepitas de marañón con coco hacen estragos con el paladar. El año pasado me anidé en mi hamaca capireña y fui atrapado entre otras incidencias por la bailarina Salomé de Antipas, sobrina y "hembrita" de Herodes a quien le encantaba verle remenearse danzando, que según dicen las malas lenguas, ni Shakira con una pachita de seco adentro lo hace tan provocativamente.
A Salomé se le endilga haber pedido al tetrarca de Judea, Herodes, la cabeza de Juan el Bautista como pago por bailarle. Imagínense hermanos cristianos, semejante petición de esa muchacha: la cabeza en bandeja de un predicador y asceta judío, hombre precursor de Nuestro Señor Jesucristo y a quien tres religiones, incluyendo la nuestra, le guardan reverencia. Aún por ese crimen no hemos encontrado juicio a Herodes ni llamados a capítulo como lo han hecho en Italia con Berlusconi, que ha gozado, según se percibe en la prensa mundial, de los encantos de la niña marroquí Karima el Maroug, mejor conocida como Rubí y de otro montón de "pelaítas" del mediterráneo.
De Herodes de Antipas a Berlusconi de Italia hay mucho trecho en el tiempo y el espacio, pero en ambos casos no cambia lo que influye el diablo en los seres humanos. Cuando el hombre tiene poder, generalmente hace vainas parecidas. Sin embargo, ¿quiénes lo juzgan? Esta pregunta me llevó raudo al pasaje cuando letrados y fariseos le llevaron a una mujer adúltera a Cristo, la iban a matar a pedradas y todos se fueron cuando Nuestro Señor dijo: "Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra".