La problemática juvenil y la crisis de su identidad que hoy envuelve a nuestra sociedad panameña no son nada nuevo. Desde la antigua Grecia, Aristóteles advertía que los jóvenes "son apasionados... tendientes a dejarse llevar por sus impulsos".
Hoy día como es del común conocimiento, la crisis de la identidad juvenil panameña, ya no es producto de un solo factor (impulso), sino que se ve abocado por otros elementos extrínsecos a su conciencia.
Así su identidad no sólo va a depender de su propio desarrollo intelectual como individuo consciente, sino más bien como un ser dotado de toda una serie de oportunidades brindada por nuestra sociedad para el encuentro de la misma (identidad).
Así tenemos que para el año 1995, la población panameña en su totalidad se calculaba en dos millones seiscientos treinta un mil trece (2,631,013), de las cuales nuestra población juvenil oscilaba entre los setecientos cincuenta y seis mil ochocientos veintitrés (756,823), de esta 'última, cincuenta y cuatro mil cien (54,100) al principio de esta década se encontraban en el rango de analfabeta.
Estas cifras alarmantes con tendencias a aumentar, denotan nada más y nada menos una de las debilidades que obstaculizan la búsqueda adecuada de una "identidad positiva", que aunados a otros factores de riesgo tal es el caso de la escolaridad y educación deficiente, producto de un sistema educativo desgastado e incoherente con la realidad existente y el consumo que caracteriza nuestra sociedad, agudizan cada vez más esta problemática.
Sin embargo, lo que más nos preocupa de nuestra temática, no es sólo el hecho de que los jóvenes no encuentren su identidad como tal, sino por el contrario, se ven abocados a la proliferación del desarrollo de una "identidad negativa", donde éstos se enorgullecen de esos valores invertidos, la música, delincuencia, violencia, etc.
En otro orden de ideas como medidas preventivas es curioso observar los disímiles proyectos orientados a confrontar dicha problemática pero carentes de objetivos diáfanos y falta de una metodología homogénea.
Así estos programas se presentan aislados unos de otros. La educación por un lado, instituciones deportivas, clubes cívicos, etc.
Pues queridos lectores, la juventud y la crisis de su identidad, no son sólo una problemática del yo consciente como un sujeto que piensa o como ser social, ni siquiera de gobierno, sino más bien de toda la sociedad, y respaldar la labor del educador cuyas funciones ya no se limitan simplemente a las aulas de clases. Además de una política de educación de calidad, necesario e indispensable para que, de una manera integral, formar a las futuras generaciones en un mundo competitivo con conocimientos y por ende estén en capacidad de fortalecer la convivencia humana como la tolerancia y la democracia.
Así queridos lectores, al decir de John Conger, "nuestra" fascinación por la adolescencia se debe al reconocimiento de que los jóvenes constituyen nuestro vínculo cultural con el futuro, nuestra garantía de la continuidad de nuestra especie, nuestro triunfo indirecto sobre la muerte y el fracaso". |