Señor
Juan Pritsiolas
Director
Diario Crítica
Respetado señor Pritsiolas:
Verdaderamente la vida es un desencanto, unas veces más y otras no tanto. El consumismo y el "afán por vender" nos coloca a nosotros los ciudadanos comunes en posición de victimarios, cuando sólo somos víctimas de las circunstancias callejeras en que día a día nos vemos involuntariamente abocados.
Cuando los Decretos Municipales (614 del 31 de julio del 1990, modificación 526 y 285 del 10 de julio 1997) regulan el mantener los parques, aceras y calles limpias de defecación de animales domésticos, seguramente se cree que dichos decretos son para todos por igual y buscan el bien común, la higiene y la salud pública. Pero para el "panameño", la letra de dichos decretos está muerta porque las calles, aceras y parques están "decoradas" por doquier, barrio rico o barrio pobre, de caca de perros. Entonces personas a quienes no tenemos mascotas con ojos de amigo fiel, nos toca soportar sus "regalitos" en nuestras calles y frente de nuestras propiedades, cuyas aceras son municipales y ¡ojo! están bajo la dirección de dichos decretos.
En momentos de desesperación, cansados de caca de perros todos los días, ¡qué imagen del Panamá moderno que vendemos hacia el exterior! Con todo lo antes enunciado se da el escenario perfecto para que la víctima se torne en victimario al amenazar de manera surrealista a quienes le exasperan sin cuartel. Obsérvese surrealista, esfuerzo para sobrepasar lo real, por medio de lo imaginario y lo irracional. A las finales, este sujeto común vuelve a ser víctima cuando aquel, que no observa los decretos alusivos y se jacta con frases como "atentado contra la vida" y "crimen ecológico", se creen muy dignamente humano y correcto de pasear sus perros dejando cuanto cariñito aquí y allá.
Le solicito, muy respetuosamente, leer entre líneas el absurdo artículo "Veneno en Bella Vista" en pág. 18 del martes 4 de marzo de 2008. Antes de denunciar públicamente señalando como victimarios a víctimas de ciudadanos caprichosos, hagan ustedes como la valiente Erin Broncovich, y tomen muestras de la supuesta tierra envenenada (que en realidad está cada mañana más "florecida" de cacas de perros)... y ¡oh! Gigantes de pura ilusión, el final, una noticia quijotesca como para torcerse de la risa.
Señor Pritsiolas, espero de su diario una sincera rectificación de dicha nota de sabor tan ácido y dañino.
Con todo el respeto que me merece,
Atentamente,
Pier Angeli Vega S.
