Al enterarme del acontecimiento, mi mente se fue por el túnel del tiempo, unos veinte años atrás. Recordé aquella madrugada, cuando abrí los ojos y noté que un ladrón estaba desvalijado mi hogar.
Casi no respiraba para no advertir al "caco" que lo había descubierto. Mi corazón se quería salir del pecho y una rabia inundaba mi mente.
Daba rabia ver al maleante llevarse joyas, dinero y otros bienes logrados con el trabajo honrado.
Traté de tomar el arma que guardaba bajo la cama... ¡pero se la había cogido el sinvergüenza! recordé que tenía otro revólver en un cajón y rogué que no se lo hubiera llevado.
Cuando salió del cuarto el ladrón me apoderé del revólver y le entré a tiros. Le herí varias veces y pude impedir que fuera robado mi hogar... Luego vino la Policía.
Todos esos recuerdos acudieron a mi mente el veintiuno de febrero, al conocer que el empresario Ricardo Mangravita había capturado a tiro limpio, a malhechores que asaltaron su negocio.
Conozco la simpatía que tiene este empresario por las armas y su valentía. Así que no me extrañó la proeza que hizo.
Algunos (la misma Policía, por cierto) han dicho que fue algo imprudente y expuso su vida.
Yo lo comprendo. Duele ver cómo unos bellacos se roban lo que se ha conseguido con el trabajo honrado y con mucho esfuerzo.
Por eso felicito a Ricardo Mangravita públicamente, aunque reconozco que arriesgó su vida y pudo tener un mal momento.
Y aprovecho la oportunidad para decir que por lo visto la Patria Nueva ha fallado con su "mano suave".
No permitamos que por incapacidad de la Policía, hayan panameños pensando que había mayor seguridad cuando estaba la dictadura militar.
Así que señores uniformados, dejen de tocar marchas de la dictadura en los desfiles. Olvídese de atemorizar a los civilistas con vestidos de guerrilla, llenos de pintura y cara de malos.
¡Vayan a evitar los crímenes en nuestras calles que para eso le pagan su sueldo!