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INQUIETUDES
Degradación
¿Qué placer hay en ver matar a un toro, a un gallo de pelea o a un perro?
 Antonio Díaz
Quiero criticar la pasividad con que las autoridades y la Sociedad Amigos de los Animales han tomado la denuncia de que en Panamá se efectúan peleas clandestinas de perros. Este espectáculo salvaje, digno del circo de una Roma Imperial, nos deja muy mal a los panameños que somos apáticos al primitivismo de tal espectáculo degradante. Quizás por los años que llevo encima, me desagradan los eventos en los que corre la sangre. Cuando era joven fui aficionado a las riñas de gallos y a las corridas de toros. Vi y aplaudí a toreros como Santiago Martín (El Viti), Manuel Benítez (El Cordobés), Juanita Estrada y el rejoneador Jaime Ostos. De niño fui secretario de la cuadra "Vista Hermosa" de mi tío Nazario Pérez y participé en desafíos en diferentes partes del país y en las galleras del Casino, Club Gallístico, Club de Equitación y Gatuncillo, que eran las galleras que tenían las concesiones para hacer peleas de gallos oficialmente. En esa época, me pareció lo más natural ver morir a espuelazos a un gallo y con banderillas y espadas a un toro. Recuerdo que una vez un circo presentó en el Estadio Olímpico de Colón la pelea de un toro contra un león. En Colón el toro mató a dos leones pero en Panamá le cortaron las puntas de las astas al toro y el león hizo una carnicería del astado. Esa noche no pude dormir por el grotesco espectáculo. Con el correr del tiempo fui rechazando los combates de boxeo y lucha libre de mujeres porque degradan a las féminas. Las peleas clandestinas callejeras, sin reglas ni seguridad para los contendientes y que tratan de promover las películas norteamericanas, también merecen nuestra censura. En este tercer milenio de la era cristiana, la humanidad debe ser más sensible y no exaltar las bajas pasiones por estos deportes que enardecen a las multitudes. Paradójicamente a esto se le llama civilización pero no es más que la degradación del ser humano. ¿Cómo puede ser alguien aficionado a la muerte de un toro o un gallo? ¿Cómo alguien puede aplaudir que destrocen el rostro de una mujer o un hombre en un encuentro de boxeo o lucha libre? No quiero creer que los años me hayan ablandado, pero ahora miro las cosas desde un prisma diferente. Creemos que el Estado debe erradicar la barbarie y la ciudadanía debe abstenerse de respaldar estos espectáculos degradantes que no le hacen ningún bien a nuestra sociedad. Se que algunas son tradiciones arraigadas y forman parte de la idiosincrasia panameña pero debemos rectificar nuestra conducta hacia lo que impropiamente llaman deporte del pico y las espuelas, del rabo y oreja y de los coliflores. Panamá debe ser algo más que una capital deportiva y convertirse también en una importante sede cultural. Queremos que a los panameños se nos vea como algo más que exportadores de boxeadores, jinetes y beisbolistas. Tenemos una gran misión que cumplir con la generación del futuro y eso debe ser impostergable por cuanto se ha multiplicado el número de universidades estatales, pero con estudiantes sin mística que acarician la quimera del facilísimo en su vida profesional. Panamá está cambiando pero muchos ciudadanos parecen no advertirlo. La globalización los ha tragado y aunque no hemos abandonado la mentalidad tercermundista, tenemos que adecuarnos a los tiempos modernos y dejar de pensar que Panamá sigue siendo una parroquia y crecer culturalmente fortaleciendo nuestro sistema educativo. ¿Qué placer hay en ver matar a un toro, a un gallo de pelea o a un perro?
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