Panamá América
Día a Día

 

S E C C I O N E S

EPASA EN LINEA

PANAMA AMERICA

DIAaDIA EN LINEA

REVISTA SIETE!


inicio

portada

al cierre

nacional

política

opinión

el pueblo habla

comunidad

provincias

deportes

el mundo

viva

sucesos

 

CRITICA
 
FAMILIA
  OPINIÓN


Cenizas, sólo cenizas

Hno. Pablo |

La caza de patos había sido la pasión de su vida. Durante cincuenta años Dean Goodin no se perdió una sola temporada de caza. Tenía la mejor colección de escopetas, usaba el mejor de los equipos, y se ufanaba de la mejor colección de señuelos y silbatos para atraer a los palmípedos. Pero Dean Goodin contrajo la temible enfermedad del cáncer, y su cuerpo no soportó el ataque. Murió a los sesenta y cuatro años de edad.

Antes de morir, le pidió a su amigo Everett Stanffeldt que guardara las cenizas de su cuerpo en uno de sus señuelos. De este modo, pensó Dean, continuaría indefinidamente en su deporte favorito. Pasados varios años después de su muerte, todavía iba de cacería. Sólo que lo hacía en forma de cenizas metidas dentro de un pato de madera.

Dean Goodin, por supuesto, no pudo seguir dándose el gusto de la cacería. Un poco de cenizas no pueden ver levantar el vuelo a la bandada de patos. No pueden ver cómo la escopeta lanza la perdigonada, ni cómo cae el ave herida. Un hombre hecho cenizas no es más que eso, cenizas: cenizas muertas, frías, estériles, silenciosas.

Un rey convertido en cenizas no ciñe más la corona. Un millonario hecho cenizas no acaricia más los billetes. Un bebedor hecho cenizas no empina más la copa. La mujer más bella, el hombre más atractivo, convertidos en cenizas, son, después de todo, sólo cenizas.

He aquí la sentencia divina sobre Adán, el transgresor: «Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás» (Génesis 3: 19).

Algunos salvajes entierran a los jefes con sus armas y con comida, y más de una vez con alguna de sus esposas. Hay mujeres que piden que las entierren con todas sus joyas. Y hay hombres que quieren llevarse a la tumba todo el oro que poseen. ¿Pero para qué? ¿De qué sirve? Los muertos son polvo, cenizas, nada más que cenizas.

El polvo y las cenizas no son nuestro verdadero destino. Jesucristo no vino al mundo para ofrecernos una urna de oro donde depositar sus restos. Él vino para ofrecernos una gloriosa resurrección después de la muerte, y un cuerpo que no seguirá siendo materia putrescible sino algo imperecedero, glorioso, puro y perfecto. Es la vida eterna, y no cenizas, lo que nos ofrece Cristo.




OTROS TITULARES

El secuestro de Daniel Pearl

Sin embargo, hago trastadas y me limpio con otros

Comentarios chorreranos

Mundo cooperativo

Buzón de los lectores

Cenizas, sólo cenizas

Seguridad y percepción

 


 

  





linea
linea gris
 

   copyright © 1995-2009, CRITICA EN LINEA
todos los derechos reservados