Al visitar a mis padres, mi papá me dijo que había tenido que llevar de urgencia a mi madre a la clínica. ¿Qué
pasó? Algún desalmado de la dictadura militar la había llamado. Le dijo que fuera en la tarde al Cuarto de Urgencias del Hospital Santo Tomás.
¿Para qué? Sin importarle el daño que le harían a una anciana, dijeron que me "darían una paliza como a Miguel Antonio Bernal y que fuera a verme..."
No fue una vez que los esbirros de la dictadura militar hicieron estas llamadas, que causaban un colapso nervioso a mi madre. Una inyección de tranquilizante era necesaria para curarla...
Llamaban a mi madre porque a mí no me metían miedo con sus amenazas. Cuando lo hacían les decía que no hablaran y vinieran a pegarme, que yo me defendería a balazos. Por eso dejaron de hacer esas amenazas por teléfono.
Los de la dictadura militar eran expertos en "pinchazos". Por eso comprendo la molestia que causó el asilo que dio este gobierno a una funcionaria encargada de eso... en Colombia.
Aquellos que nos oponíamos a la dictadura sabíamos que no se podía hablar desde el teléfono casero.
Uno de ellos pasó un momento amargo. Hablaba con familiares sobre la necesidad de conseguir un auto. Tenía alguien enfermo y su auto estaba dañado.
Minutos más tarde tocaron a su puerta. Era un "cortés" miembro de las Fuerzas de Defensa con un flamante Radio Patrulla. Dijo que estaba a "órdenes" del oposicionista para llevar a su familiar al médico. Casi se cae de susto el civilista...
Nunca me cansaré de decir que está "prohibido olvidar", aunque sea el mes de diciembre. Otras formas de meter miedo que hacía la dictadura era seguir a las personas. Uno de ellos me siguió desde la Avenida de los Mártires hasta Parque Lefevre.
Cuando paré de repente y le apunté con un arma... descubrí que era el G2 asignado a mi salón como "estudiante".
Sí, por meses tuve un auto de ellos escuchando y grabando mi clase. Querían saber si me podían botar de la Universidad por hablar mal de la dictadura y "hacer política" en las aulas universitarias.
Menos mal que al sujeto le gustaron mis clases y se identificó, pidiendo que no criticara al Gobierno. Me mostró una enorme pistola nueve milímetros que tenía, así como un "reloj grabadora".
Por la Radio Nacional que pagamos todos, se insultaba a los radiocomentaristas que criticaban la dictadura. Ponían el ruido de un servicio higiénico bajando el agua... ¡y a nosotros!