¿Ha visto a los niños
dando vueltas en un carrusel?
¿O ha escuchado a la lluvia
salpicando en el andén?
¿Por qué no afloja el paso
y aminora la marcha?
El tiempo es corto,
¿para qué tanta prisa?
¿Le ha dicho a su hijo:
"Lo haremos mañana",
sin haber advertido
su innegable tristeza?
Cuando aprieta el paso
para llegar más pronto,
no es tan divertido
como ir poco a poco.
Si su vida es tan sólo
un constante ajetreo,
resulta un buen regalo
tirado al basurero.
La vida no se debe
llevar a toda prisa.
Hay que oler el perfume
de la flor y la brisa.
Este poema fue compuesto por el psicólogo David Weatherford y publicado originalmente en 1991. Lamentablemente se le ha enviado por correo electrónico a millares de personas alrededor del mundo como si fuera de un autor desconocido. Según el mensaje que ha acompañado al poema, así se había de cumplir el último deseo de una niña que estaba muriendo de cáncer.
Con el transcurso del tiempo, al final del mensaje comenzó a aparecer el nombre y el teléfono de un profesor de una universidad de Nueva York. ¡Cuál no sería la sorpresa de los que llamaron a ese teléfono y escucharon un mensaje grabado que decía: «Si usted está llamando con relación al mensaje por correo electrónico, sepa que es falso y que el nombre del profesor se adjuntó inadvertidamente a dicho mensaje»!
La verdad es que, aunque ese mensaje careciera de fundamento, hay miles de niños como la niña del mensaje, víctimas mortales de un mal que los aflige, que si les fuera posible, harían circular tal poema. Porque a pesar de la mentira, el poema no deja de ser cierto.
Como dijo Jesucristo, por mucho que nos afanemos no podemos añadir una sola hora a nuestra vida. En cambio, si nos afanamos mucho, se hará realidad el refrán que dice: «Quien de prisa vive, de prisa muere.» Por eso más vale que sigamos el consejo del poema, que se resume en este último refrán: «Vete al monte algún buen día, que Dios da de balde su perfumería.»