Un pacto de cinco
Hermano Pablo
California
Fueron cinco los juramentados: tres hombres y dos mujeres que juntaron sus manos, hicieron un pacto, y en seguida pusieron manos a la obra. El pacto era de sangre, y cada uno se comprometi� para cumplirlo. El juramento era contra Arsenio Lima, guatemalteco de veintitr�s a�os. Arsenio hab�a arrebatado el bolso de Consuelo Sagastume, tambi�n guatemalteca, de veintis�is a�os. As� que Consuelo y cuatro amigos m�s decidieron matar a Arsenio. Cumpliendo el terrible pacto, lo ultimaron de sesenta pu�aladas. Todo esto ocurri� en Riverside, California. En esta vida humana compleja y problem�tica suelen hacerse pactos y m�s pactos. Hay algunos pactos que son de paz y de progreso, como cuando dos amigos convienen estudiar y trabajar juntos, hasta sacar ambos su t�tulo de doctor. Hay pactos de amor, como cuando una pareja de adolescentes se prometen fidelidad el uno hacia el otro, y conservan su palabra pasando por todas las trabas, pruebas y contrariedades. Hay pactos de bondad y de amor filial, como cuando una hija se compromete a cuidar a su padre anciano, y sacrifica su juventud, su carrera y aun su felicidad como mujer, no cas�ndose con nadie para velar por el padre hasta el fin. Son pactos de amor tierno y dulce. Hay pactos art�sticos, como cuando un compositor de canciones y un cantante se combinan para trabajar juntos. Uno compondr� bellas canciones, y el otro las cantar� con voz maravillosa para conquistar a todos los p�blicos. Son pactos de creaci�n art�stica. Y hay tambi�n, lamentablemente, pactos de crimen y de violencia, como cuando individuos juran eliminar a un gobernante, o dinamitar un puente o poner una bomba en un aeropuerto. Son pactos con olor a p�lvora y a sangre. Pero ning�n pacto que hagan los hombres podr� superar jam�s aquel gran pacto de salvaci�n universal que Dios el Padre y Dios el Hijo concertaron en la eternidad. Es un pacto de amor y de salvaci�n total, que oblig� a Jesucristo a morir crucificado. Por este pacto eterno de salvaci�n -pacto que Jes�s confirm�, sell� y coron� de gloria cuando se entreg� a morir por nosotros-, todos podemos ser salvos. Realmente, todos los pecadores ya somos salvos, perfecta, completa, eterna y gratuitamente. Para gozar de este pacto perpetuo de salvaci�n, basta aceptar a Cristo como nuestro Salvador.
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