MENSAJE
Un ruido molesto
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Era un ruido nocturno, molesto,
uno de esos ruidos que no son tan fuertes que son distinguidos, ni tan
bajos que son ignorados. Era como el zumbido de abejas o el rumiar de vacas.
Con todo, para el insomnio de Estela Harmon era un tormento.
La mujer, de 24 años de edad, se levantó en la noche. Buscó
por todas partes la fuente del ruido y la encontró. Era el monitor
que mantenía respirando a su pequeña hija Kayla, de 18 meses
de edad. La mujer no vaciló. Desconectó el aparato y regresó
a su cama. A la mañana siguiente la chiquita estaba muerta. Y a su
madre la condenaron a quince años de prisión.
Se sabe que cuando uno padece insomnio, cualquier ruido se convierte
en tortura. Así sea un grifo que gotea, una puerta que se golpea
con el viento, o un grillo que canta su canción. Pero si el ruido
lo produce un aparato que mantiene respirando a una criatura, hay que soportarlo.
De él depende una vida. Lo que le pasó a Estela Harmon es
que tenía más amor y más interés por ella misma
que por su hija.
Qué clase de tormento se puede soportar por un ser querido? Depende
del corazón. Algunos padres no soportan ni la menor pena o contrariedad
que le provoquen los hijos. Otros tienen un corazón enorme que los
lleva al mayor sacrificio, si con eso alivian el dolor o salvan la vida
del hijo al que aman.
×Qué cosa extraña es el corazón del hombre!
Es capaz del heroísmo más sublime y de la perversidad más
depravada. Bien decía Aristóteles que el hombre es un ser
a mitad de camino entre la bestia primitiva y Dios.
Sin embargo, no hay necesidad de ser duro de corazón. Es posible
ser altruista, generoso, servicial. Es posible vivir por encima del nivel
de la bestia, que se defiende con garras, uñas y dientes. Es posible,
en síntesis, vivir como ser humano sano y normal.
Esto se logra cuando uno se encuentra con Cristo, lo acepta como Salvador,
Señor y amigo, y comienza a caminar con El cada día de la
vida. Andando con Cristo aprendemos a dejar a un lado nuestro egoísmo,
y aprendemos a vivir conforme a su elevada norma de conducta. Cristo cambia,
regenera y eleva al ser humano al nivel de ángel.
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