Martes 1 de dic. de 1998

 








 

 


MAGISTERIO
Una profesión que deja huellas en un niño

Irasema Muñoz
Coclé - EPASA

"Maestra: en ti se encuentra la ternura de una madre, la sabiduría de una hija, la espiritualidad y la autoridad de una sierva de Dios. En tu rostro golpeado por el tiempo encontramos la experiencia, la confianza, el respeto y el amor". No hay mejores palabras para describir a la querida maestra panameña, Diamantina Tejeira de Francisco, "la maestra Diama", como cariñosamente le llamamos.

Nacida un 29 de enero de 1916, en La Pintada, provincia de Coclé, y residente en Penonomé, en la Barriada IVU. No creo que haya un solo penonomeño que no se refiera a ella con cariño y respeto; y es que se lo ha ganado a pulso. Ella es maestra jubilada, pero nunca ha dejado de enseñar. Ella es maestra de corazón, vocación y convicción a tiempo completo. La maestra Diama se graduó con mucho sacrificio, pues en su época de estudiante la vida era muy difícil y su familia era de escasos recursos.

Los estudios primarios los hizo en la escuela Mixta de Penonomé, terminando en 1924; en 1932 terminó la secundaria, y no fue hasta 1960 cuando el Instituto Justo Arosemena le confiere el título de maestra de primera enseñanza. Pero su labor docente empieza mucho antes, en1946, en la comunidad El Jobo de La Pintada.

De esa época, la maestra Diama recuerda que en la comunidad realizaba todo tipo de funciones. "Un día estaba en la escuela, y escuché que una niña me llamaba... maestra, dice mi tía Cheba que venga a darle la teta a mi hermanita". "Fui allá y amamanté a la niña, porque su madre no estaba y tenía hambre; en ese tiempo yo acababa de dar a luz a mi hijo Erick, a quien también le daba pecho". Esto era frecuente en esos días, dice la maestra Diama.

En 1951 fue trasladada a la escuela de Las Boquillas de La Pintada, donde trabajó hasta 1968. Quizás es en esta escuela fue donde la maestra Diama dejó sus huellas más profundas como educadora y amiga de la comunidad. Fue en Las Boquillas donde la maestra Diama trabajó hombro a hombro con la comunidad para levantar la escuela del lugar. La maestra Diama cargó piedras, cortó hierba, ayudó a construir caminos y cocinó para los trabajadores de domingo a domingo, no tenía horario de labores.

Con los estudiantes se quedaba después de las horas de clases, reforzando los conocimientos. Con los adultos se esmeró en enseñarles a leer y a escribir hasta en horas del recreo.

Tal vez nadie conozca mejor de las cualidades de la maestra Diama como el profesor José Elpidio Rodríguez, oriundo de Las Boquillas y exalumno de la maestra Diama. "Pillo", como cariñosamente ella le llama, fue el primer alumno de esa comunidad en graduarse a nivel universitario y él comenta que eso se lo debe a su maestra. Por esa razón, cuando quiso sustentar la petición para que nombraran a la maestra Diamantina merecedora de la Medalla Manuel José Hurtado, él no dudó en enviar una carta al Comité encargado, la cual iba firmada por la mayoría de los moradores de su comunidad, con excepción de los que no pudo localizar, que sin duda también hubieran dado su firma para tal petición.

En su carta al comité el profesor Elpidio indica lo siguiente: "La maestra Diama es aquella persona que se identifica con el dolor y los problemas del campesino y de los más necesitados. La escuela era una pequeña estancia de 4 paredes de quincha y techo de tejas, construida por los moradores; allí conocieron la mayoría de ellos los primeros rasgos de la escritura e hicieron sus primeras lecturas. No hubo edad para aprender, acudieron niños, jóvenes, adultos y ancianos; todos motivados por las inquietudes sinceras que despertaba en ellos la maestra Diama".

Añade el profesor que, en 1965 con el esfuerzo y dedicación de la maestra Diama, se construyeron las dos aulas nuevas que conformarían la moderna escuela de aquella época, con paredes de bloque y techo de zinc, lindas ventanas y una casita para los maestros que llegaran. Somos testigos, dice el profesor, de que la maestra ayudó a construir a pico y pala, tanto la escuela, como la carretera que conduce a Las Boquillas.

"Los niños de ese tiempo rememoran con cariño cómo llegó a empujones y casi cargado el primer auto a Las Boquillas. En él iba una pequeña planta eléctrica, una película y su proyector. El propósito de la maestra Diama era que se conociera la luz eléctrica y que los moradores vieran una película educativa". De la maestra Diama se pueden contar infinidad de anécdotas de ese tiempo, y todas de gran valor en la educación panameña. En la barriada donde vive actualmente la maestra Diama es muy querida por todos y hemos sido testigos de sus esfuerzos como educadora, vocación esta que nunca ha dejado de lado, a pesar de su avanzada edad. Ella ha ayudado a formar a muchos jóvenes, incluyendo al profesor Elpidio, a quien tuvo en su casa durante la secundaria y luego le consiguió estadía en el IFARHU de Penonomé. Hasta la fecha, la maestra es visitada por personas de aquellas comunidades que conocieron de sus luchas como educadora y que no la olvidan.

La maestra Diamantina Tejeira de Francisco es ejemplo viviente de que la educación, como se ejercía en aquellos tiempos, trae consigo grandes satisfacciones. Como ella misma señala, "yo no sólo daba mis clases, también visitaba los hogares de cada uno de los niños, me preocupaba de su salud, de que tuvieran qué comer; era consejera, amiga, comadre de todos en la comunidad".

Por todas esas cualidades que la adornan, en 1990 fue premiada con la Orden Manuel José Hurtado; también ha sido nombrada educadora distinguida en diversos años mientras ejerció de maestra y ha recibido innumerables certificados de Honor al Mérito por su labor docente.

La maestra Diama forma parte del coro "IV Centenario" de Penonomé, pues tiene una voz privilegiada. Le gusta visitar a todos los enfermos del hospital y acompaña a los deudos de casi todos los velorios que se dan en Penonomé. Esto se debe a que conoce a mucha gente, y cuando se le pregunta, contesta: "Ay niña, es que era mi comadre, o mi compadre, amigo, etc., y no puedo dejar de asistir porque lo quería mucho".

La maestra Diama es la clase de persona que se quita el pan de su boca para dárselo a quien lo necesite. Cuando se le pide cooperación, nunca dice que no, aunque se quede sin dinero. Su casa siempre ha sido una escuela, y hoy en día da alojamiento a maestros y profesores de otras regiones del país que trabajan en Penonomé. Lo curioso es que, cuando se tienen que ir por traslado, les duele dejarla y siempre regresan cada año para su cumpleaños a traerle algún regalito. Es que su don de gentes no permite olvidarla.

Como dice el profesor Elpidio Rodríguez, la maestra Diama es la madre, la hermana, la comadre, la madrina, la tía, la abuela, la sobrina, la enfermera, la consejera, la auxiliar de todos los que la han conocido. En los tiempos en que trabajaba, se iba a un rancho a pilar arroz, a limpiar y picar verdura, bajaba a las quebradas, y entre risas y chistes y alegres canciones ayudaba a lavar la ropa con olor a monte y al fuerte sudor del hombre de hacha y machete que trabaja de sol a sol".

Esta era la maestra Diamantina en sus tiempos y aún hoy conserva ese espíritu joven. Su mensaje a los maestros de hoy es que "den mucho amor a los niños del campo, eso es lo más importante, involúcrese con su familia y apóyelos en lo que pueda; no sea sólo maestro de salón, sino maestro de la comunidad, amigo y consejero de ella. Todos se lo agradecerán".

 

 

 

 






 

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