MAGISTERIO
Una profesión que deja huellas
en un niño
Irasema Muñoz
Coclé - EPASA
"Maestra: en ti se encuentra
la ternura de una madre, la sabiduría de una hija, la espiritualidad
y la autoridad de una sierva de Dios. En tu rostro golpeado por el tiempo
encontramos la experiencia, la confianza, el respeto y el amor". No
hay mejores palabras para describir a la querida maestra panameña,
Diamantina Tejeira de Francisco, "la maestra Diama", como cariñosamente
le llamamos.
Nacida un 29 de enero de 1916, en La Pintada, provincia de Coclé,
y residente en Penonomé, en la Barriada IVU. No creo que haya un
solo penonomeño que no se refiera a ella con cariño y respeto;
y es que se lo ha ganado a pulso. Ella es maestra jubilada, pero nunca ha
dejado de enseñar. Ella es maestra de corazón, vocación
y convicción a tiempo completo. La maestra Diama se graduó
con mucho sacrificio, pues en su época de estudiante la vida era
muy difícil y su familia era de escasos recursos.
Los estudios primarios los hizo en la escuela Mixta de Penonomé,
terminando en 1924; en 1932 terminó la secundaria, y no fue hasta
1960 cuando el Instituto Justo Arosemena le confiere el título de
maestra de primera enseñanza. Pero su labor docente empieza mucho
antes, en1946, en la comunidad El Jobo de La Pintada.
De esa época, la maestra Diama recuerda que en la comunidad realizaba
todo tipo de funciones. "Un día estaba en la escuela, y escuché
que una niña me llamaba... maestra, dice mi tía Cheba que
venga a darle la teta a mi hermanita". "Fui allá y amamanté
a la niña, porque su madre no estaba y tenía hambre; en ese
tiempo yo acababa de dar a luz a mi hijo Erick, a quien también le
daba pecho". Esto era frecuente en esos días, dice la maestra
Diama.
En 1951 fue trasladada a la escuela de Las Boquillas de La Pintada, donde
trabajó hasta 1968. Quizás es en esta escuela fue donde la
maestra Diama dejó sus huellas más profundas como educadora
y amiga de la comunidad. Fue en Las Boquillas donde la maestra Diama trabajó
hombro a hombro con la comunidad para levantar la escuela del lugar. La
maestra Diama cargó piedras, cortó hierba, ayudó a
construir caminos y cocinó para los trabajadores de domingo a domingo,
no tenía horario de labores.
Con los estudiantes se quedaba después de las horas de clases,
reforzando los conocimientos. Con los adultos se esmeró en enseñarles
a leer y a escribir hasta en horas del recreo.
Tal vez nadie conozca mejor de las cualidades de la maestra Diama como
el profesor José Elpidio Rodríguez, oriundo de Las Boquillas
y exalumno de la maestra Diama. "Pillo", como cariñosamente
ella le llama, fue el primer alumno de esa comunidad en graduarse a nivel
universitario y él comenta que eso se lo debe a su maestra. Por esa
razón, cuando quiso sustentar la petición para que nombraran
a la maestra Diamantina merecedora de la Medalla Manuel José Hurtado,
él no dudó en enviar una carta al Comité encargado,
la cual iba firmada por la mayoría de los moradores de su comunidad,
con excepción de los que no pudo localizar, que sin duda también
hubieran dado su firma para tal petición.
En su carta al comité el profesor Elpidio indica lo siguiente:
"La maestra Diama es aquella persona que se identifica con el dolor
y los problemas del campesino y de los más necesitados. La escuela
era una pequeña estancia de 4 paredes de quincha y techo de tejas,
construida por los moradores; allí conocieron la mayoría de
ellos los primeros rasgos de la escritura e hicieron sus primeras lecturas.
No hubo edad para aprender, acudieron niños, jóvenes, adultos
y ancianos; todos motivados por las inquietudes sinceras que despertaba
en ellos la maestra Diama".
Añade el profesor que, en 1965 con el esfuerzo y dedicación
de la maestra Diama, se construyeron las dos aulas nuevas que conformarían
la moderna escuela de aquella época, con paredes de bloque y techo
de zinc, lindas ventanas y una casita para los maestros que llegaran. Somos
testigos, dice el profesor, de que la maestra ayudó a construir a
pico y pala, tanto la escuela, como la carretera que conduce a Las Boquillas.
"Los niños de ese tiempo rememoran con cariño cómo
llegó a empujones y casi cargado el primer auto a Las Boquillas.
En él iba una pequeña planta eléctrica, una película
y su proyector. El propósito de la maestra Diama era que se conociera
la luz eléctrica y que los moradores vieran una película educativa".
De la maestra Diama se pueden contar infinidad de anécdotas de ese
tiempo, y todas de gran valor en la educación panameña. En
la barriada donde vive actualmente la maestra Diama es muy querida por todos
y hemos sido testigos de sus esfuerzos como educadora, vocación esta
que nunca ha dejado de lado, a pesar de su avanzada edad. Ella ha ayudado
a formar a muchos jóvenes, incluyendo al profesor Elpidio, a quien
tuvo en su casa durante la secundaria y luego le consiguió estadía
en el IFARHU de Penonomé. Hasta la fecha, la maestra es visitada
por personas de aquellas comunidades que conocieron de sus luchas como educadora
y que no la olvidan.
La maestra Diamantina Tejeira de Francisco es ejemplo viviente de que
la educación, como se ejercía en aquellos tiempos, trae consigo
grandes satisfacciones. Como ella misma señala, "yo no sólo
daba mis clases, también visitaba los hogares de cada uno de los
niños, me preocupaba de su salud, de que tuvieran qué comer;
era consejera, amiga, comadre de todos en la comunidad".
Por todas esas cualidades que la adornan, en 1990 fue premiada con la
Orden Manuel José Hurtado; también ha sido nombrada educadora
distinguida en diversos años mientras ejerció de maestra y
ha recibido innumerables certificados de Honor al Mérito por su labor
docente.
La maestra Diama forma parte del coro "IV Centenario" de Penonomé,
pues tiene una voz privilegiada. Le gusta visitar a todos los enfermos del
hospital y acompaña a los deudos de casi todos los velorios que se
dan en Penonomé. Esto se debe a que conoce a mucha gente, y cuando
se le pregunta, contesta: "Ay niña, es que era mi comadre, o
mi compadre, amigo, etc., y no puedo dejar de asistir porque lo quería
mucho".
La maestra Diama es la clase de persona que se quita el pan de su boca
para dárselo a quien lo necesite. Cuando se le pide cooperación,
nunca dice que no, aunque se quede sin dinero. Su casa siempre ha sido una
escuela, y hoy en día da alojamiento a maestros y profesores de otras
regiones del país que trabajan en Penonomé. Lo curioso es
que, cuando se tienen que ir por traslado, les duele dejarla y siempre regresan
cada año para su cumpleaños a traerle algún regalito.
Es que su don de gentes no permite olvidarla.
Como dice el profesor Elpidio Rodríguez, la maestra Diama es la
madre, la hermana, la comadre, la madrina, la tía, la abuela, la
sobrina, la enfermera, la consejera, la auxiliar de todos los que la han
conocido. En los tiempos en que trabajaba, se iba a un rancho a pilar arroz,
a limpiar y picar verdura, bajaba a las quebradas, y entre risas y chistes
y alegres canciones ayudaba a lavar la ropa con olor a monte y al fuerte
sudor del hombre de hacha y machete que trabaja de sol a sol".
Esta era la maestra Diamantina en sus tiempos y aún hoy conserva
ese espíritu joven. Su mensaje a los maestros de hoy es que "den
mucho amor a los niños del campo, eso es lo más importante,
involúcrese con su familia y apóyelos en lo que pueda; no
sea sólo maestro de salón, sino maestro de la comunidad, amigo
y consejero de ella. Todos se lo agradecerán".
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