Sábado 28 de nov. de 1998

 








 

 


MENSAJE
La eterna esperanza

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Iba a ser para ellos para ellos el idilio del siglo. Se habían conocido en la escuela secundaria. Se habían enamorado a primera vista. Habían llevado, durante tres años, un noviazgo puro y limpio. Serían -según afirmaban ellos-, dos copihues, uno rojo y otro blanco, entrelazados para siempre.

María Emma Solís y Oscar Hormazábal, ambos de Santiago de Chile, se conocieron en 1926. Pero un mal paso dado por Oscar lo obligó a casarse con otra muchacha. Emma sufrió el golpe de su vida, pero nunca perdió la esperanza. Esperó, no sabía ni qué.

Sesenta y cuatro años más tarde oscar enviudó, y María vio realizados su sueños. Se casó conel amor de su juventud, aunque ya ambos cargaban másde 85 años de edad.

La esperanza es la vida del hombre. Qué sería de nosotros, hombres y mujeres frustrados, viviendo en un mundo enemigo, sin esa planta verde del alma llamada esperanza? Cuando todo parece perdido, cuando todo está fracasado, cuando no queda razón para vivir, entonces la esperanza, como una platita debilucha, se abre paso entre los escombros de nuestro corazón, y nos alienta, nos consuela y nos sostiene.

A una señorita mexicana, de 18 años de edad, cierto joven le dijo: "Te llamaré por teléfono". la joven esperó diez largos años sin saber nada del muchacho, pero hoy, pasados dieciséis años del engaño, son marido y mujer, y viven felices.

La esperanza parece a veces ser irracional. No es más que el producto de un corazón turbado. Se espera lo que se desea, y luchandomuchas veces contra la razón, el alma espera porque la esperanza es todo lo que queda.

Está usted hoy sufriendo el dolor de la desesperanza? Ha sufrido alguna seria desilusión? Cuando la vida nos deja en el vacío y no nos queda ningún recurso humano, siempre queda el recurdo divino. La invitación de Jesucristo de acudir a El se aplica a todas nuestras desilusiones.

Cristo quiere ser nuestro amigo. La Biblia dice que El está a la puerta y llama. Sólo tenemos que decirle: "Te necesito, Señor. Ayúdame. Te entrego mi corazón y mi voluntad para que tú seas mi dueño". Y El hará precisamente eso. Coronémoslo Rey de nuestra vidfa y El será nuestro amigo. El nunca nos decepcionará.

 

 

 

 

 

CULTURA
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