EDITORIAL
Secuestros
No hay delito que m�s ahuyente la inversi�n que los secuestros. Desde que asumi� el poder el actual gobierno se han perpetrado tres delitos de ese tipo. La situaci�n ha generado inquietud en la comunidad empresarial y en la poblaci�n, que exige la reacci�n de las autoridades policiales para darle un alto a este despreciable delito. Ya sea en la apartada provincia de Dari�n o en el pleno centro bancario paname�o, los involucrados en los secuestros exigen sumas millonarias a los familiares, que en muchas ocasiones no tienen la capacidad para responder a los reclamos de los criminales. Los paname�os temen que la industria del secuestro que prosper� en la vecina Colombia se traslade a nuestro pa�s. A ning�n empresario le gustar�a estar rodeado de guardaespaldas para poder movilizarse. Desde hace varios meses, el obispo R�mulo Emiliani ha lanzado advertencia sobre el peligro que representa el ingreso a territorio paname�o, como Juan por su casa, de guerrilleros y paramilitares colombianos. Las autoridades poco caso han hecho a las campanadas de alerta del prelado, pero hoy sus vaticinios se est�n cumpliendo. El secuestro no s�lo afecta a la v�ctima, sino a sus familiares que se deprimen y desesperan al ver que un ser querido est� en manos de desalmados, que a cambio de dinero pueden arrebatarle la vida. Por eso son comprensibles las manifestaciones de protestas que se han producido en Metet�, Dari�n, para pedirle un alto al secuestro y reclamar una actuaci�n m�s eficiente de la Fuerza P�blica. No es posible que las instituciones de seguridad p�blica consuman presupuestos anuales por casi 150 millones de bal- boas, y sus miembros no garanticen la vida y honra de los ciudadanos. Los paname�os le dicen un No al secuestro; y los polic�as deben cumplir con su obligaci�n y su trabajo: garantizar la seguridad de los ciudadanos.
PUNTO CRITICO |
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