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Pudo haber sido un robo perfecto. Los ladrones desmontaron una puerta, desarticularon una alarma, adormecieron cuatro perros, cortaron cables telefónicos y entraron en la galería de cuadros Franceschi, de Milán, Italia. Actuando con rapidez, se llevaron más de veinticinco cuadros al óleo. Pero por no saber de arte se llevaron cuadros de inferior calidad, pintados por estudiantes. Dejaron a un lado obras maestras de Van Gogh, Picasso, Monet y Chagalí. "De haber sabido lo que son obras maestras -comentó Enzo Bianco, inspector de policía-, estos ignorantes se hubieran llevado una inmensa fortuna."
Para el lego, todos los colores brillan igual.
Lo mismo ocurre en muchas situaciones de la vida. Se confunde lo verdadero, lo auténtico, lo original con lo que es solamente imitación.
El joven, y a veces el no muy joven, buscando un momento de felicidad, una vida sin problemas, se entrega a las drogas y por un tiempo la euforia y la libertad que siente le hacen creer que ha hallado su paraíso; pero todo es una ilusión efímera. Cuando se da cuenta del error, ya es un esclavo.
La joven que ingenuamente cree las palabras de un hombre sagaz, tarde se da cuenta de que aquello no es amor genuino sino seducción.
El esposo que comienza a mirar con ojos de pasión a la secretaria confunde los deseos con el amor. Pero no lo descubre sino hasta que su hogar queda destruido.
La persona que busca la realidad espiritual, pero que la busca sólo en religión, después de perder a veces años descubre que ha sido engañada, y que Dios y religión no es lo mismo.
Lo auténtico es demasiado valioso para desperdiciarlo cambiándolo por una imitación barata. No arriesguemos nuestro bienestar espiritual. Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí" (Juan 14:6). |
