Jenofonte, discípulo de Sócrates, cuando hizo un análisis de los sofistas o sutilizadores, nos narra un dialogo entre su maestro y el sofista Antinfonte en donde este le reprochaba al maestro que si él en sus diálogos o conversaciones no cobraba retribución alguna era porque su sabiduría no valía nada; a lo que Sócrates le respondió: que tanto la hermosura como la sabiduría se podían emplear y aprovechar de manera honesta o deshonesta y que cuando una mujer vendía por dinero su belleza se le llamaba prostituta; igualmente, cuando alguien vendía por dinero su sabiduría se le llamaba sofista o prostituto.
Sócrates no vendía su sabiduría porque creía que enseñar era un deber divino y ayudar a la superación de las personas era una misión sagrada.
Lamentablemente y por desgracia de los estudiantes de las escuelas oficiales del país, los educadores panameños sobrepasan las habilidades de los sofistas griegos toda vez que estos, aún cobrando por enseñar unas cuantas horas semanales se desinteresan y se apartan del verdadero significado de la formación, cada vez que hacen y se allanan en los llamados de huelgas de los gremios docentes y dejan a miles de estudiantes sin recibir sus enseñanzas, vestidos, planchados y al garete. Pero, ¿porqué solo practican la huelga en las escuelas oficiales y no en las particulares en donde también trabajan?
El sofista gremial panameño ha permitido que miles de estudiantes no ingresen a las universidades por el ínfimo nivel de aprendizaje, han permitido que miles de estudiantes deserten de las escuelas y pierdan el interés, han demostrado que como formadores de conciencia o formadores de habilidades han fracasado rotundamente, no han sabido llegar a las mentes ni a las conciencia formativas de sus discípulos ni a sus corazones. Estos sofistas panameños se han dedicado a lucrar de sus habilidades gremiales, de sus poderes sindicales, y que amparados en sus fueros y en sus concursos, han descuidado a sus discípulos, olvidándose de su vocación y sagrada misión: EDUCAR.