Que se esté preocupando por todo y a todas horas; que esté martillando su mente con golpes incesantes de miedos y desgracias que pueden suceder; que su imaginación corra veloz, descontrolada y casi demente, visualizando sucesos que pueden ocurrir y que usted percibe con un realismo tan grande que su cerebro y su sistema nervioso lo experimentan como si estuvieran ocurriendo.
Si a usted le está pasando esto, le decimos: Dios le perdona sus errores si se arrepiente y probablemente mucha gente le perdone también si usted pide perdón, pero su sistema nervioso no perdona. Si usted cultiva la preocupación obsesiva y vive siempre alterado por cosas que están ocurriendo en su imaginación o en la realidad, pero agrandadas al máximo por su yo interior, su sistema nervioso se enfermará y puede ser irreversible el daño.
Y algunos consiguen tantas cosas, pero con úlceras, jaquecas, insomnio o perturbaciones del corazón. �Es esto un triunfo? Creo que no. Claro que hay que luchar por ideales y metas, pero de manera equilibrada poniendo todo en su lugar, manteniendo una jerarquía de valores. Y el triunfo no se mide por las posesiones adquiridas, sino por la realización plena de todo el ser y por haber contribuido a hacer de este mundo, un mundo mejor.
Ustedes valen más que muchas aves y flores. Jesús nos manda a confiar totalmente en nuestro Padre Dios y nos prohíbe las ansiedades excesivas, las que son enfermizas. No quiere que convirtamos nuestra vida en un infierno.
�Sabía usted que es alarmante el número de los que diariamente tratan de suicidarse? Algunos no lo consiguen, pero muchos si. Y es muy probable que en muchos la preocupación enfermiza haya sido la causa que los haya llevado a buscar un fatal desenlace. Una tortura muy antigua consistía en dejar caer una gota de agua sobre la cabeza de la víctima, minuto por minuto. Esto terminaba enloqueciendo a la persona. Eso es la preocupación: una gota de agua que va taladrando su sistema nervioso y termina por hacer de usted un andrajo humano. Jesús no quiere eso para usted. Entréguele a El sus inquietudes y angustias. Dígale que confía totalmente en El y que usted va a luchar por ser mejor y no va a permitir más que la preocupación lo atormente. Y no se olvide que con Dios puede vencer cualquier cosa, porque con El, �usted es invencible!