Sábado 26 de sept. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Gente buena y humanística

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California
 
Casó ocho meses cautivo de secuestradores. Ocho meses en que ni la policía supo de su estado. Ocho meses de angustia para la esposa, de incertidumbre para las autoridades y de suspenso para la prensa. Hasta que Rocco Surace, industrial italiano de 35 años de edad, fue liberado tras un pago de mil millones de liras italianas, equivalente a 870 mil dólares.

"¿Cómo lo trataron?", le preguntaron los periodistas a Rocco. "¡Muy bien! -contestó el joven-. Agradezco a Dios que estuve entre gente humanitaria".

¡Qué interesante! Una banda de secuestradores se lleva a un hombre. Lo retiene cautivo ocho meses. En esos ocho meses lo priva de su libertad y de todos sus derechos normales. Pero, dice él, los secuestradores lo trataron bien. Le dieron buena comida, le brindaron amistad, lo trataron humanamente.

¿Será que aún entre los delincuentes hay gente honrada y de buen corazón? Tal vez sí. Un delincuente no es necesariamente un monstruo, un ogro de cuentos de hadas. Dentro de delincuente puede haber todavía una conciencia, un corazón, un sentir de amistad. Bien decía Aristóteles que el hombre es un ser a mitad de camino entre la bestia y el ángel. Tiene un poco de bestia primitiva, pero tiene también un poco de ángel que podría ser.

Ningún hombre es completamente perfecto. Pero tampoco hay ningún hombre que esté totalmente depravado. El mal y el bien se mezclan en la naturaleza humana. Por eso hay gente buena que a veces comete actos malos y gente mala que de repente procede como si fuera buena.

Teológicamente hablando, podríamos decir que el hombre lleva estampadas dos imágenes; la de Dios su Creador, y la del diablo su engañador. A veces predomina una imagen, a veces predomina la otra. Eso explica la interminable lucha dentro del alma de cada ser humano. La Biblia la llama la batalla entre el espíritu y la naturaleza pecaminosa.

Sin embargo, la Biblia también enseña que el hombre puede adquirir una nueva imagen, pura y perfecta: la imagen de Cristo. Cuando un hombre, no obstante lo malo que sea o haya sido, se entrega de corazón a Jesucristo, Cristo imprime en él su propia imagen y le da su propia naturaleza. Esta es la esencia del evangelio de Cristo. Esta es la salvación que Dios quiere darnos. Esto explica el por qué de la Cruz. Por eso debemos recibir a Cristo como nuestro Salvador.

 

 

 

 

 

CULTURA
Vicente Fernández revela detalles sobre el secuestro de su hijo.

 

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