Segundo d�a de violentas protestas en Yakarta
Agencias
Internacionales
Miles de manifestantes protestan desde el jueves contra la adopci�n de una ley sobre la seguridad exigida por la jerarqu�a militar, pero considerada por amplios sectores de la poblaci�n y de la clase pol�tica como contraria a la democracia y a los derechos humanos. Los incidentes que se prolongaron toda la noche y prosegu�an este viernes en la ma�ana, hab�an provocado, seg�n diversas fuentes coincidentes, por lo menos 90 heridos hospitalizados, algunos de ellos en estado grave. Violentas protestas se registraron ayer en esta capital por segundo d�a consecutivo, al enfrentarse la polic�a antimotines con airados manifestantes que protestaban por una nueva ley que da a los militares poderes para coartar las libertades civiles. Tres personas murieron y 115 resultaron heridas desde el inicio de las protestas el jueves en la ma�ana, dijeron funcionarios de hospitales. Uno de los muertos fue un agente de polic�a que muri� al ser atropellado por un veh�culo. Alrededor de 500 polic�as antimotines ingresaron a la universidad cat�lica Atma Jaya, disparando gases lacrim�genos y balas de goma contra estudiantes que hab�an ocupado los predios universitarios. A primeras horas de la tarde los manifestantes se hab�an desplazado a la avenida Sudirman, la principal avenida de Yakarta, y se dirig�an hacia el centro de la ciudad. Los estudiantes protestaban por la nueva ley, que muchos temen permita a las fuerzas armadas aprovechar de la crisis en Timor Oriental y otros focos de tensi�n para tomar control del pa�s. Las universidades fueron el centro de protestas el a�o pasado, que condujeron al derrocamiento de Suharto, el caudillo militar que gobern� el pa�s durante 32 a�os. Soldados de la fuerza multinacional de paz detuvieron ayer al cabecilla de una milicia que desat� una ola de violencia en Timor Oriental y registraban ayer casa por casa en busca de m�s milicianos, al tiempo que surg�an informes seg�n los cuales aldeas enteras en el interior del territorio hab�an sido incendiadas y sus habitantes expulsados. ``Deber�amos festejar el nacimiento de una naci�n independiente, pero en lugar de ello asistimos a un bautismo de sangre'', dijo Amnist�a Internacional. La organizaci�n dijo que el ej�rcito indonesio deport� a decenas de miles de personas de Timor Oriental, y que durante su retirada sigue incendiando casas y campos para castigar a los timoreses por su independencia duramente conquistada. Las llamas consumieron ayer la residencia colonial del gobernador, uno de los edificios m�s imponentes de Dili y uno de los pocos que quedaban intactos en una ciudad que antes ten�a 120.000 habitantes. Decenas de personas festejaron la partida de las fuerzas indonesias cuando abandonaron uno de sus cuarteles m�s grandes en Dili y abordaron un buque. ``Somos felices porque se van. Mataron a tantos de nuestro pueblo durante tantos a�os'', dijo Alfredo Soares. El ej�rcito dijo que entregar� formalmente el gobierno de Timor Oriental el lunes a la fuerza comandada por Australia. Pero ayer las tropas extranjeras hicieron un despliegue de fuerza para demostrar que dominan la situaci�n. Unos mil efectivos acompa�ados por transportes blindados y helic�pteros bloquearon el acceso a un sector de varias manzanas y lo rastrearon en busca de los milicianos que participaron en la destrucci�n de Dili. ``Con los disparos e incendios, pod�a existir la impresi�n de que no hab�a orden. Les aseguro que no es as�'', dijo el teniente coronel Nick Welh, el oficial australiano que comand� la operaci�n. Dijo que ``varios milicianos ac�rrimos'' fueron detenidos y sus armas incautadas, pero no dio detalles. Horas antes la fuerza de paz anunci� la detenci�n de un miliciano conocido, una medida para enviar un mensaje a los que pretenden sembrar el caos. "No pueden ocultarse, lleg� la justicia", dijo el mayor Chip Hendriss-Anderssen. Fuerzas filipinas y canadienses llegaron ayer, elevando a m�s de 3.000 el n�mero de efectivos. Se prev� que la fuerza de paz tendr� un total de 7.500. Pero no se pudo enviar un convoy con alimentos a la ciudad oriental de Boca por falta de hombres suficientes para protegerlo.
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