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Sin embargo, me daña la imprudencia

Redacción | Crítica en Línea

La enciclopedia online Wikipedia define la prudencia así: "Es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, definida por los Escolásticos como la recta ratio agibilium, para diferenciarla del arte recta ratio factibilium. De comunicarse con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado. Actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas".

En la ética católica, la prudencia dispone la razón a discernir, en cada circunstancia, el verdadero bien y a elegir los medios adecuados para realizarlo. Es guía de las demás virtudes, indicándoles su regla y medida.

La prudencia es una virtud que lamentablemente no todos poseen. Y algunos están absolutamente desprovistos de ella.

Las personas imprudentes son dadas a meter la pata una y otra vez. Sin embargo, uno puede aprender la prudencia a punta de los errores. Si uno comete un error de juicio o cálculo, las consecuencias de nuestros actos sirven como una lección a futuro para circunstancias similares.

Los niños y los jóvenes sin experiencia pueden darse el lujo de ser imprudentes. Dada su corta edad, se justifica que aprendan a punta de trastadas.

Pero esto es inaceptable cuando hablamos de personas hechas y derechas, que supuestamente se proyectan como experimentados. Y más imperdonable es aún cuando se trata de un funcionario público, o un líder de una organización.

Pero, como a través de la historia los prudentes han ideado toda clase de estrategias para minimizar la posibilidad de que los metepatas con poder vayan demasiado lejos, un día se inventaron los asesores y consejeros.

A una persona con marcadas tendencias a hablar y actuar sin pensar primero le conviene mucho tener varios asesores a su lado; mejor aún si son de diferentes corrientes de pensamiento, para que así de la variedad de consejos salga la mejor decisión.

Pero si encima de "cabeza dura" no escucha a sus asesores y consejeros, un imprudente con poder no puede durar mucho. Tarde o temprano meterá la pata tan hondo que le será imposible sacarla, al igual que le será imposible echarle la culpa a un tercero por su propia estupidez.

Antes de hablar y actuar, piense. Si no está seguro de lo que va a resultar de sus acciones, asesórese con personas con mayores conocimientos que usted. Recuede que vivimos en los tiempos en que se puede meter la pata, pero eso no significa que vamos a ser los ciempiés de la imprudencia.



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