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Jueves 9 de septiembre de 1999


MENSAJE
El final del camino

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Hermano Pablo
Cr�tica en L�nea

La mujer, a�n joven y bella, se arrodill� humildemente. Dej� a un lado su viejo rifle m�user y toc� los pies del hombre que estaba a su lado. Centenares de pol�ticos, polic�as y campesinos observaban emocionados la extra�a escena.

El hombre de pie era Arjun Singh, ministro, jefe del estado de Madya Pradesh, en la India. Y la bella mujer que de esta manera se rend�a p�blicamente a las autoridades era Phoolan Devi de veintiocho a�os, la m�s famosa jefa de bandidos de la India en lo que va del siglo. A�os atr�s, a ra�z de un desacuerdo matrimonial, Phoolan se dedic� al bandolerismo. Rob� trenes, asalt� bancos, ejecut� campesinos y masacr� ricos hacendados. Por fin, cansada de tanta sangre, se rindi�. �Es el final del camino -dijo la joven-. Ya no tengo por qu� seguir.�

Es un caso notable el de esta joven mujer. Por un desacuerdo grave con su marido leg�timo, abandon� la casa, se hizo jefa de bandidos, y durante varios a�os sembr� el terror en dos estados de la India. Cuando ya no pudo m�s con la vida que llevaba, se rindi� realizando con lujo de detalle una ceremonia tradicional de su pa�s.

�Todo comenz� con una desavenencia conyugal.� A veces una peque�a causa produce grandes efectos. Una diminuta punta de alfiler que rasga la piel de la mano puede provocar un t�tano. Una peque�a fisura que se produce en la estructura de acero de un puente puede provocar una tragedia ferroviaria. Un tornillo mal ajustado en partes vitales de un jet de pasajeros puede causar un desastre a�reo. As� una peque�a causa inadvertida se convierte en algo terrible.

Ese mismo peligro se corre con las discusiones familiares. A veces una cuesti�n tonta y banal produce un cambio de palabras serias entre esposos. Una palabra sube de tono, otra se hace agresiva; una r�plica se vuelve mordaz y punzante, y de pronto estalla la violencia que hiere, humilla y maltrata.

�Qu� importante es estar atento a esas peque�as causas! Hay que vigilar las palabras, cuidar el tono de la voz, medir las alabanzas y los reproches, y estar siempre en guardia para salvar la paz. El diablo, eterno enemigo de los hogares, no duerme nunca.

�Qu� sabio, inteligente y pr�ctico es hacer de Cristo el Se�or del matrimonio y de la familia! Cuando su Esp�ritu satura el hogar, rara vez hay discordia. El amor impera a toda hora y la comprensi�n y la simpat�a reinan en cada coraz�n.

 

 

 

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