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El docente que no debemos tener

Carlos A.Navarro B. | Colaborador

Lo antagónico y antónimo en que se ha convertido el proceso enseñanza aprendizaje es algo preocupante para toda la sociedad panameña que debe ver en los docentes, el futuro prometedor de la patria, el desarrollo y el progreso nacional. Muy por el contrario, la relación en el proceso enseñanza aprendizaje debe ser sinónimo, análogo, semejante; algo parecido a una relación amena, amigable y cordial entre docente y educando.

Dicen que el fracaso de nuestros hijos es nuestro fracaso como padre y si lo extrapolamos en materia educativa podríamos asegurar que los fracasos de los estudiantes es el fracaso de los profesores. Entonces, si tenemos en el país un alarmante índice de estudiantes fracasados es porque existe una alarmante índice de profesores fracasados. Cuando un padre o una madre fallan, ya sea por motivos de trabajo, irresponsabilidad o por no cumplir a cabalidad con sus deberes como tal, y descuidan su atención o interés en las tareas y en los estudios de sus hijos, lo correcto sería que el maestro, el docente o el profesor, quien pone la luz de la vida en el alma de la juventud, como reza la estrofa de su himno, pusiera a trabajar ese don, esa virtud y esa vocación de servicio al país, a la juventud, y ayudarle, emitirle buenos consejos, comprensión y impartirles una enseñanza de calidad y con un método y una didáctica que les facilite el aprendizaje y el entendimiento, explicarse sencilla llanamente para que el joven aprenda, también debe procurar mejorar la parte afectiva de su alumno, aconsejarle y quererle como un padre adoptivo. Pero en la gran mayoría de las aulas de clases de nuestros centros educativos encontramos profesores que parecieran molestos cuando el estudiante trata de superarse o competir en una dinámica de análisis y le enseñan artificiosamente para frenar el interés por la sabiduría y que le brindará esa luz que debe alumbrar y brillar en el espíritu y alma de la juventud.

Por eso John Holt, catedrático en Harvard Graduate School para profesorado, sostuvo que ni los exámenes ni las notas tienen función útil en la enseñanza; por el contrario la pervierten y dificultan gravemente, y los exámenes terminan convirtiéndose en trampas en las que el docente trata de hacer caer al estudiante, mediante preguntas capciosas que provocan el odio y la neurosis del alumno.



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